¿Quién es? Inquiría él, más asustado que enfadado, sintiendo cómo el mundo perdía solidez debajo de sus pies, cómo todo por lo que había luchado, ganado y perdido durante los cinco años de relación con Susana tendía a cero, sin importar los momentos intermedios, ni las noches pasadas, fueran buenas o malas, viendo todo reducido a una frase desoladora, terminal.
Hay otro, fue la frase, extraída entre lágrimas de desconsuelo y vergüenza, de sentimientos contrarios y amargura en el paladar, en ese bendito cielo de la boca al cual ahora le costaba tragar aquel amargo licor.
Dime quién es, pidió él, suplicante, llorando, moviendo su cabeza de un lado al otro, desconsolado, sin saber bien qué hacer, a qué asirse en aquella nada en la cual flotaba ahora, desolado, rendido a los pies de ella.
No te lo puedo decir, contestó Susana, con disgusto ambivalente, tanto por la situación como por el dolor que había despertado en él. Ella no quería verle sufrir, pero tampoco podía impedir dar rienda suelta a sus sentimientos cohibidos, al tedio que manejaba el timón de aquella relación.
Por favor, dímelo, inquirió él, con la voz tan temblorosa que se convirtió en una especie de aullido lamentable al salir de sus labios.
No le conoces, le aseguró ella, intentando así liberar algo el dolor que atenazaba el alma y el cuerpo de él, como una manera de evitarle un sufrimiento extra.
Me da igual que no le conozca, no es lo importante, ladró él, sabedor de que su tiempo había pasado, que ahora era un personaje secundario, el bufón que lamía las piernas de la artista, el mandado cuya tarea era limpiar las manchas de la clientela rijosa en lugares inmundos, cuando se apagan las luces de la ciudad en el más triste de los amaneceres.
Pero yo no he dicho nada de abandonarte, comentó ella, adivinando los pensamientos de él, entendiendo, de pronto, por qué él se sentía tan mal.
¿No? ¿Acaso piensas tener a dos en tu vida? ¿Piensas que yo cederé ante ello?, bramó él indignado, febril, al borde de la locura. Podría morderla, pensó. Podría saltar ahora mismo y desgarrarla el cuello.
¿Por qué no?, dijo ella. No sería la primera vez que alguien tiene dos perros.
Cayetano Gea Martín
jueves, septiembre 13, 2007
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5 comentarios:
jo,Kay,me has hecho pasar por el aro limpiamente,jajaja,¡que bueno eres,jodío!
Gracias por atraparme,deleitarme y hacerme reír.Besos***
Me sigues sorprendiendo, chaval.
Pasaba por aquí para saludarte y llevarme tu post, con el fin de leerlo más tarde (las obligaciones y las prisas siempre me hacen posponer los buenos momentos)
Saludos.
DALÍA: ¡El primero que pasó por el aro fuí yo, que hasta el final no supe cómo salir de ésta!
Besos agradecidos ante tanto piropo...
MARTA: Eso está bien... ¡Que no se acaben las sorpresas! Musu!
N.M.: Pues nada, nada... Gracias por los saludos, los cuales, obviamente, reitero...
Musu no, MUXU!!! Como Kukuxumuxu, q significa beso d pulga.
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