viernes, septiembre 07, 2007

Amor distante

Te quiero.
Siempre te he querido.
Quizá no sea sorprendente, dado que tengo siempre a mi lado, lo cual facilita, obviamente, el surgimiento del amor.
Te veo ahí, tan hermoso y alto, con ese porte clásico y con tu cuerpo viril de trenzados músculos, con tu mirada profunda, escudriñando el infinito.
Te veo, tan lejos y tan cerca al mismo tiempo...
No puedo alcanzarte, amor, pero sí contemplarte con silenciosa admiración, tanteando mi alma para intentar comprender por qué te quiero tanto.
La gente nos mira.
La gente me mira.
Creo que sospechan.
Creo que por eso nos lanzan furtivas miradas de curiosidad malsana, como si nosotros no tuviéramos también, como todo el mundo, derecho a querernos.
De quererte.
¡Oh, mi vida!
Ojala pudiera entender el por qué de mis sentimientos, o apagar el calor que me abrasa cada día un poco más.
Ojala no te tuviera tan dentro de mí, atormentándome.
Ojala no te deseara tanto.
Te deseo tanto.
¡Tanto!
Pero nunca he sabido si tú sientes lo mismo por mí, si tu frío corazón es capaz de albergar algo de amor, si te atreverías a quererme, abrazarme, amarme.
Nunca lo he sabido, amor mío.
¿Lo sabré alguna vez?
Es como si tuviera que permanecer aquí, sola, contemplándote, durante toda una eternidad.
Mi silencio es mi única compañía.
Mi silencio y las palomas grises.
Las palomas grises que se posan en mí.
Ojala pudiera bajar de mi pedestal y besarte.
Besar tus fríos labios de mármol.
Cayetano Gea Martín

4 comentarios:

Isa Segura B. dijo...

Terrible amor, ese que sabe a piedra y no transmite el calor de las caricias. Terrible por la quietud y sin embargo sublime. Sublime por la belleza ácrona del arte.
Lo he disfrutado de principio a fin(algún regustillo a marmol se me ha quedado), gracias por compartirlo.
Saludos.

Kay dijo...

El amor a veces es así, ¿no? Frío y de mármol y distante... No siempre, por suerte...

¡Gracias a tí por pasarte por aquí!

Besos

Margot dijo...

El amor inalcanzable y de roca...

Siempre me gustaron las estatuas y me provocan historias parecidas a la tuya.

un besote, Kay y no de piedra!

Kay dijo...

Ay, Marga, déjate de besos, que uno no es de piedra, jejeje...

Gracias como siempre, mi maestra