Pedro desandaba el camino hacia su humilde casa de pueblo cuando, de súbito, el sátiro apareció en medio de la polvorienta senda. La criatura se encontraba en un estado deplorable, pudo constatar Pedro, iba haciendo eses y bebía cada cinco segundos de un cuerno lleno de vino que a cada sorbo se rellenaba mágicamente de nuevo. Además, las peludas patas de cabra deberían constituir un problema añadido a su ebriedad más que evidente.
-Buenos días, noble señor. -Abordó el aparecido fauno a un sorprendido Pedro. -Disculpe que interrumpa su noble andar por unos instantes, pero creo que usted podría serme de gran ayuda en cierta cuestión. Ante todo, educación, por Circe. Me llamo Laertes y soy algo así como un vecino suyo. Vivo en el bosque que rodea su hermosa aldea, en lo más alto de la copa del más alto de los árboles, jo, jo…
El sátiro llamado Laertes comenzó a cantar y a danzar. Pedro no sabía a ciencia cierta qué pensar de todo el asunto. Cierto era que conocía la existencia de tales criaturas, pero jamás en sus cuarenta años de vida se había topado con uno en persona. Y menos con uno borracho o que llevara colgando del cuello un extravagante trozo de tela.
Al final, se atrevió a decir: -Disculpe, em, señor.
-Dígame usted. Laertes para servirle a usted y a toda su reverenciada familia. -Respondió éste, aunque en su melopea sonó algo así como “Diggamusté. Lairtes pasevil-le a usté ya toa su revirinciá famla”.
-¿En qué puedo ayudarle? -Se ofreció Pedro.
-¡Oh, sí, discúlpeme usted! -Respondió Laertes. -Con tanto bailoteo se me había olvidado. Siempre me pasa lo mismo, hay que ver. Bueno, sólo quiero que me conteste, si es tan amable, a una sencilla pregunta. Una bobada, en realidad, una nadería, una mera fruslería, etc., etc.
-Si está en mi mano…
-Yo diría que sí, buen ciudadano. La pregunta preguntita preguntera es… ¡Tachán! ¿Cree usted en la magia? ¡No conteste ahora! ¡Después de la pausa publicitaria! Que no, que es broma, adelante, adelante.
-Bueno, no sé que responderle… Me gustaría creer que sí.
-¿Qué tipo de respuesta es esa? ¿Acaso es usted gallego, señor mío? Y en caso de que lo sea, no tendrá un poco de Alvariño, ¿verdad? Vamos, hombre, conteste bien…
-Bueno… sí, creo en ella.
-¡Así me gusta! ¡Con seguridad y aplomo! Y ahora digo yo, ¿y en los Bonos del Estado? ¿Cree usted también en ellos? Le advierto que es la mejor inversión que puede hacerse hoy en día…
-Disculpe, ¿los qué?
-¡Los Bonos! Los Bonos del Estado, ya sabe…
-No.
-¿No sabe lo que son?
-No.
-¿Está usted seguro?
-Sí.
-Vaya, qué curioso… Discúlpeme una pregunta tonta más… ¿En qué año estamos?
-En el año de Nuestro Señor 1759.
-Mmm… Ya veo… Creo que se me ha ido la mano y he girado más veces de las que debía sobre mi propio eje… Curioso, curioso…
-No entiendo nada de lo que está usted diciendo, perdóneme.
-Al contrario, mi querido señor, discúlpeme usted a mí. Bueno, pues creo que tengo que irme, ya que no creo que vaya a sacar nada en claro en esta época.
-Sigo sin entenderle, lo siento.
-No importa. En fin… Me voy a ir despidiendo de usted, mi estimado señor y sin embargo amigo. Espero que su vida le vaya todo lo bien que se merece… Aunque vigile su próstata y procure orinar después de cada coito.
-Eeh, gracias… creo.
-Adiós, señor mío, un placer.
-Adiós, adiós.
-Hasta la vista… See ya around!
E internándose de nuevo en el bosque, Laertes desapareció. Pedro, sacudiendo la cabeza, incrédulo ante lo que había pasado, decidió emprender su marcha. Al llegar a su hogar, los recuerdos del encuentro con el sátiro se fueron haciendo cada vez más difusos. Al día siguiente, solamente recordaba haber tenido un sueño muy peculiar la noche anterior.
Cayetano Gea Martín
2 comentarios:
Despistadillo el Laertes, eh? aunque tampoco en esta época sacaría mucho en claro... pobre, se daría a la bebida con mayor empeño.
A mí me gustan más las letras del tesoro y la magia suelo consumirla a lo bruto y sin destilar... desconcertaria esto al sátiro?
Besos, abracadabra, pata de cabra!!
Mmm... Yo creo que Laertes no se desconcierta por nada... En todo caso, celebraría tu buen juicio danzando y te invitaría a una ronda
Besos sin sátira
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