Mateo levantó su vista del rostro simiesco de George Bush que le miraba desde las profundidades sepias del periódico para posar sus ojos en el gordo culo de su mujer y espetarle a éste
-Hoy he visto a tu padre, ¿sabes?
Lucía se dio la vuelta lentamente, como siempre solía hacer. Su rostro abotargado por demasiadas noches de alcohol y bingo contempló la piltrafa escuálida en que se había ido convirtiendo su marido con el paso de los años.
-¿A mi padre? ¿Por qué? ¿Para qué?
-Bueno, siempre te estás quejando de que no paso tiempo con él. Me pareció un buen momento para visitarle y comenzar a crear lazos afectivos.
-¿Ahora?
-Sí, ¿por qué no?
-Porque mi padre está ingresado en una residencia y tiene un cáncer terminal y los médicos le dan un mes más, a lo sumo, quizá por eso, cabrón.
-Ah, es verdad, lo había olvidado,- respondió Mateo con una cruel sonrisa en su rostro macilento -Qué cruel por mi parte, ¿no?
Los ojos de huevo de Lucía despedían fuego. -Eres un hijo de la gran puta, ¿lo sabes, no?,- le espetó con odio a su marido.
-Sí, algo había oído al respecto, sí.
-No tienes suficiente con joderte la vida tú si no que me la quieres joder a mí, ¿no? ¿Por qué me odias tanto cuando yo no hago nada para merecer tu desprecio?
Mateo bebió in trago largo de cerveza para acto seguido eructar sobre el periódico. Una vaharada de alcohol pareció envolver fugazmente el labio leporino de Rajoy.
-Bueno, eso de que no haces nada es muy relativo, ¿no crees? Tu sola presencia ya resulta repugnante. ¿Tú te has visto bien? Estás cada día más gorda. Comes tantas costillas adobadas que se está poniendo cara de cerdo. ¡A ver si con suerte explotas y sigues a tu papi al infierno!
Y mientras que él con gesto aburrido, después de su breve pero intensa perorata, pasó a los deportes para observar el prominente cuello de Fernando Alonso, su mujer se posicionó a su espalda, con un enorme cuchillo de cocina en su mano derecha. Lucía alzo su brazo, con el filo del arma apuntando al cráneo de su marido. Qué fácil sería, pensó, bajar el brazo y partirle la cabeza en dos como un coco. Joder, qué condenadamente fácil sería, coño.
-¿Vas a matarme?, le preguntó Mateo a Lucía con toda la tranquilidad del mundo, mientras leía el chiste de Forges.
Lucía parecía paralizada por la situación, incapaz de decidirse. Su mano oscilaba al son de su orondo cuerpo. Cinco largos minutos más tarde, descendió su brazo y permaneció quieta unos instantes antes de decirle a la espalda de su marido -Voy a hacer la cena.
-Eso está bien, respondió Mateo. -Pero que no sean costillas adobadas otra vez, so foca burra.
-Hoy he visto a tu padre, ¿sabes?
Lucía se dio la vuelta lentamente, como siempre solía hacer. Su rostro abotargado por demasiadas noches de alcohol y bingo contempló la piltrafa escuálida en que se había ido convirtiendo su marido con el paso de los años.
-¿A mi padre? ¿Por qué? ¿Para qué?
-Bueno, siempre te estás quejando de que no paso tiempo con él. Me pareció un buen momento para visitarle y comenzar a crear lazos afectivos.
-¿Ahora?
-Sí, ¿por qué no?
-Porque mi padre está ingresado en una residencia y tiene un cáncer terminal y los médicos le dan un mes más, a lo sumo, quizá por eso, cabrón.
-Ah, es verdad, lo había olvidado,- respondió Mateo con una cruel sonrisa en su rostro macilento -Qué cruel por mi parte, ¿no?
Los ojos de huevo de Lucía despedían fuego. -Eres un hijo de la gran puta, ¿lo sabes, no?,- le espetó con odio a su marido.
-Sí, algo había oído al respecto, sí.
-No tienes suficiente con joderte la vida tú si no que me la quieres joder a mí, ¿no? ¿Por qué me odias tanto cuando yo no hago nada para merecer tu desprecio?
Mateo bebió in trago largo de cerveza para acto seguido eructar sobre el periódico. Una vaharada de alcohol pareció envolver fugazmente el labio leporino de Rajoy.
-Bueno, eso de que no haces nada es muy relativo, ¿no crees? Tu sola presencia ya resulta repugnante. ¿Tú te has visto bien? Estás cada día más gorda. Comes tantas costillas adobadas que se está poniendo cara de cerdo. ¡A ver si con suerte explotas y sigues a tu papi al infierno!
Y mientras que él con gesto aburrido, después de su breve pero intensa perorata, pasó a los deportes para observar el prominente cuello de Fernando Alonso, su mujer se posicionó a su espalda, con un enorme cuchillo de cocina en su mano derecha. Lucía alzo su brazo, con el filo del arma apuntando al cráneo de su marido. Qué fácil sería, pensó, bajar el brazo y partirle la cabeza en dos como un coco. Joder, qué condenadamente fácil sería, coño.
-¿Vas a matarme?, le preguntó Mateo a Lucía con toda la tranquilidad del mundo, mientras leía el chiste de Forges.
Lucía parecía paralizada por la situación, incapaz de decidirse. Su mano oscilaba al son de su orondo cuerpo. Cinco largos minutos más tarde, descendió su brazo y permaneció quieta unos instantes antes de decirle a la espalda de su marido -Voy a hacer la cena.
-Eso está bien, respondió Mateo. -Pero que no sean costillas adobadas otra vez, so foca burra.
Cayetano Gea Martín
5 comentarios:
La mezquindad de la vida, de algunas vidas, en toda su crudeza. Ta pasaste, amigo, coñe, que necesito que me levanten el ánimo...
y encima seguro que el tipo leía El País, joer te has pasado!! (jeje)
Besote sin cuchillo (hasta más ver, eso sí)
Jajaja... Bueno, lo tomaré como lo que es, una amenaza velada, jejeje...
Sobre lo de que lee El País po zí... Pero es que cuando escribí ésto sólo me vino a la mente Forges... Pobre, ¡con lo bien que me cae y resulta que al pobre lo leen mezquinos también!
PD: Prometo que la próxima entrada será más festiva, jejeje...
Besos carnavaleros desfasados
Un matrimonio normal y corriente si no fuera por esas costillas adobadas...
De vez en vez es bueno pasear por el mundo de la realidad.
Saludos.
jo,que depresión más grande me ha dado...menudo cuadro :(
Besos sin adobo,mi rosa negrísima hoy ***
ISA: Supongo que en las costillas adobadas se deja entrever mis propios gustos culinarios, jejeje...
Besos de miércoles con musha caló
DALIA: Vaya... Lo que menos quería yo era deprimir... ¡que era un relato humorístico (creo)!
Besos reconstituyentes, guardiana del Haz
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