Acobardado entre el silencio y la muerte,
acodado sin vida entre despojos,
veo, veo, veo, la fatal autocomplacencia de tenerte
entre dedos muertos, fatuos, rojos.
Acojonado, en un rincón oscuro y de mares tenebrosos,
y acostumbrado ya a tu hueco,
de nuevo hablas, de nuevo, la locura y el dolor perezosos
se asoman raudos de nuevo.
De nuevo, de nuevo, ¿dudaré? Ya no, alma de velo.
Ya no, cruel animal bicéfalo.
Ya no te espero desflorando madrugadas de duelo:
la margarita sin pétalos
yace muerta de frío sepulcral entre mis dedos
Cayetano Gea Martín
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