Me gustaría suscribir estas palabras:
“Desde el momento en que se plantea el problema del tiempo para leer, es que no se tienen ganas. Pues, visto con detenimiento, nadie tiene jamás tiempo de leer. Ni los pequeños, ni los mayores. La vida es un obstáculo permanente para la lectura.
-¿Leer? Ya me gustaría, pero el curro, los niños, la casa, no tengo tiempo...
-¡Cómo le envidio que tenga tiempo para leer!
¿Y por qué ella, que trabaja, hace la compra, educa a los niños, conduce su coche, ama a tres hombres, visita al dentista, se muda la semana próxima, encuentra tiempo para leer, y ese casto rentista soltero no?
El tiempo para leer siempre es tiempo robado. (Al igual que el tiempo para escribir, por otra parte, o el tiempo para amar).
¿Robado a qué? Digamos que al deber de vivir. Ésta es sin duda, la razón de que el metro- símbolo arraigado de dicho deber- resulte ser la mayor biblioteca del mundo.”
-¿Leer? Ya me gustaría, pero el curro, los niños, la casa, no tengo tiempo...
-¡Cómo le envidio que tenga tiempo para leer!
¿Y por qué ella, que trabaja, hace la compra, educa a los niños, conduce su coche, ama a tres hombres, visita al dentista, se muda la semana próxima, encuentra tiempo para leer, y ese casto rentista soltero no?
El tiempo para leer siempre es tiempo robado. (Al igual que el tiempo para escribir, por otra parte, o el tiempo para amar).
¿Robado a qué? Digamos que al deber de vivir. Ésta es sin duda, la razón de que el metro- símbolo arraigado de dicho deber- resulte ser la mayor biblioteca del mundo.”
Son palabras de Daniel Pennac en, Como una novela, un ensayo sobre la lectura, sobre cómo fomentarla y sobre cómo disfrutar con ella. Acompañada además de los derechos del lector, como el de saltarse páginas si le viene en gana, dejar un libro a la mitad o releer otro hasta cien veces seguidas.
Pero conocí a Pennac a través de sus novelas sobre el Señor Malaussene y los crímenes que resolvía casi sin enterarse en los diferentes volúmenes de la serie homónima. La novedad en su estilo es el uso de coloquialismos a los que no estamos acostumbrados en la lectura de novelas de intriga. Los casos parecen estar ocurriendo en nuestro propio barrio y los personajes, a menudo excéntricos y muy muy memorables, recuerdan mucho a los de Eduardo Mendoza en la serie de El laberinto de las aceitunas , La cripta embrujada y La aventura del tocador de señoras.
Escribió también Pennac no hace demasiado tiempo otro ensayo, si es que puede llamársele así titulado Mal de escuela. No creo que esté dirigido a profesores, ni a padres de alumnos difíciles, sino a todos en general. Él dice que pretende escribir un libro sobre los zoquetes, esos alumnos que parece que no comprenden nada y que nunca llegarán a nada. Él dice haber sido uno de ellos y finalmente llegó a ser profesor de escuela. En realidad habla sobre los zoquetes, pero también sobre las causas de que existan los zoquetes y de cómo superar esa “zoquetería”. Sabe que nadie es infalible y que habrá algunos alumnos que se queden por el camino, pero conserva ese sentimiento, muy común también entre los médicos, de que con ayudar a un solo niño a salir de su zoquetería, es suficiente recompensa. Critica además en este libro muchos de los estereotipos creados por los medios de comunicación acerca de la juventud y propone fórmulas para que los alumnos se interesen por las materias que estudian. Cuenta el caso de un profesor que cada día leía un fragmento de una obra. Los alumnos escuchaban deseando saber qué ocurriría. Finalmente cada año conseguía que los alumnos no esperasen a ver qué ocurría, sino que ellos mismos buscaban esas obras para lleras en sus casas o le preguntaban al profesor acerca de otras obras del mismo escritor.
Los libros de Pennac siempre están salpicados de humor y de ganas de vivir. Es por eso que me suele agradar bastante leer libros de este autor y se los recomiendo a cualquiera que desee pasar un buen rato entretenido y de buena literatura.
P.G.V.
3 comentarios:
Excelente entrada y recomendación. Me gustó el relato, hace reflexionar sobre muchos "no puedo" con los que solemos anularnos.
Abrazos.
Esos "no puedo", es cierto, no sólo los aplicamos a la lectura. También a muchas otras cosas.
Me gustó mucho leer esas líneas porque es exactamente la opinión que tengo de los que dicen no tener nunca tiempo para leer. Simplemente no quieren leer. Y no pasa nada!!
Echo d menos q me contagies tu entusiasmo x algún libro concreto :(
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