El rincón más hermoso de Viena se llama Leopoldsberg. En lo alto de las colinas, desde donde se divisa toda la ciudad, el río y sus meandros, pueblos, valles y las lejanas estribaciones de los Alpes, se yergue la antigua iglesia de Leopold. Rodeada de naturaleza pura a lo fraga gallega, sus viejas salas y estancias se dejan poseer ante el avance lento y orgánico de las yedras.
Desde este rincón privilegiado del mundo, desde esta cumbre pequeñita, el olor a verano fresco, a naturaleza regada apenas doce horas antes, inunda mis sentidos y me colma de paz. Siento que nada puede dañarme aquí, que dejo toda la inmundicia atrás, allí abajo en el valle y más lejos aún, en España. Y de nuevo me siento feliz de estar vivo.
Cayetano Gea Martín
1 comentario:
Pues nada, niño: respira y llena tus pulmones de aire limpio. Eso es bueno. Pero recuerda que en todas partes cuecen habas. Así que no te fíes demasiado.
Un besito.
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