domingo, noviembre 14, 2004

¿Acaso nada?

El titán destronado contempló las estrellas, y en aquel preciso momento comprendió que ya no le pertenecían, que pasaría el resto de su existencia vagando por el hueco cosmos sin que ningún ser humano volviera a dirigirse a él, o a temerle. Triste es que alguien muera y que sólo nos quede su recuerdo, pero peor es ser inmortal y no existir.


El viento sólo llega a serlo cuando silva entre los árboles, la maleza o los edificios. Carente de cuerpo sólido, sólo existe cuando choca contra los demás y les arranca un sonido. Hasta ese momento, el viento sólo es aire.


El ciego siempre será el más atrevido a la hora de cruzar un puente.


¿Soy un hombre que sueña por las noches con ser águila o soy un águila que sueña por las noches con ser hombre?


Para escapar de tu noche y encontrar un nuevo sol, me bastaría con una sonrisa, un abrazo, una caricia nueva, no tuya. Un nuevo destello en esta noche eterna.


Si para el budismo, a cada instante somos un ser distinto, ¿por qué me aferro a un pasado de dolor y lo siento mío? Las lamentaciones de ayer no deberían tener cabida en el mañana. Me retuerzo entre los gusanos para ser proclamado mariposa…


En una urnita guardaré tu sonrisa. El resto sigue ardiendo.


Hace ya más de un año que cometí mi gran error, que me hundí con los demás y descubrí que no sólo no soy especial, sino que, al menos una vez en mi vida, he sido el ser más despreciable de la creación. Si me reencarno, tendré que pagar por ello.


El sexo es el mayor regalo de la existencia. Todo nace de él y todo nos conduce a él. Nunca entenderé por qué occidente no lo venera cuando es la mejor divinidad que puede existir: da y recibe por igual.


Y el buda les reunió y les dijo: “Nombraré como líder del monasterio al que de vosotros sea capaz de describirme esta tetera sin utilizar palabras”. Uno tras otro, los monjes fracasaban. “Es un objeto de metal, maestro”, dijo uno. “Colocándola al fuego”, dijo otro. A todos decía buda que no. En esto que llegó el monje cocinero y, debido a que le entorpecía el camino, apartó la tetera de una patada. El buda le hizo líder de inmediato.


Nos perdemos en vericuetos sin sentido, en vez de fijarnos en lo primordial, en lo básico, una rosa, un vaso, un rostro. Poseen fuerza por sí mismos, no necesitan que los definamos. Hay que enseñar a sacar la flecha, no aprender de qué esta hecha.


Durante diez días, los peregrinos escalaron hacia las montañas del Za-zen. Cuando faltaba un día para llegar a la cima, uno de los peregrinos se dio la vuelta y empezó a bajar. Un compañero le grito: “¿Qué haces? ¿A dónde vas? ¿No ves que ya estamos apunto de llegar?”. A lo que respondió éste: “Seguro que la vista es magnífica, pero, ¿habéis pensado en que no tendremos cobertura allí arriba?”.


Muerte, muerte y muerte. Te enseñaré el dolor en un puñado de polvo. Hay otros mundos aparte de éste. Y algunos, desgraciadamente, están aquí.


Un silencio en boca de otro es menos silencio si lo comparte con su propia sombra menguante. Sí, las sombran menguan como la luna, como la vida, como todo.


Cayetano Gea Martín


2 comentarios:

Miriam dijo...

Mmmm esto lo has escrito tú o es de algún escritor? Porke si es el segundo kaso kiero ke me digas el nombre, se parece un poco a Paulo Coelho y eso me gusta ;)

Kay dijo...

Pues debo decirte, desgraciadamente, que todo lo que he escrito es mío, salvo la leyenda del cazo y del buda, que lo extraje del libro "¿Qué es el budismo?", de Borges...

No me he inspirado en quien tú dices... De hecho, le tengo algo así como alergia, jur, jur...