Llevo tus ojos y veo el mundo a través de ellos. Observo y estudio todas aquellas cosas ya escudriñadas por ti mucho antes: las catedrales, los libros, el cielo, las mujeres… las fugaces mujeres de cuerpo de catedral y alma de libro que te llevan al cielo.
Llevo tus manos, y como tú antes que yo, oso dibujar y escribir con ellas. Algún día, tu poesía frustrada y mi prosa hueca servirán para reconocernos.
Llevo tus oídos, y con ellos aprecio lo que me enseñaste a apreciar: los silencios contemplativos y la música atronadora, que tú luego abandonaste en pos de terrenos más armónicos. Te vas haciendo viejo, muchacho.
Llevo tu muerte, la temo más que a la mía. Es mi castigo. Pero a la vez soy tu atea esperanza de eternidad, ya que llevo tus ojos y tu alma, esa en la que curiosamente ni tú ni yo queremos, dentro de mí, padre.
Cayetano Gea Martín
Una buena manera de retomar al padre, de reconocerse en pequeñas cosas. Yo me acuerdo de mi padre cuando paso por fuera de un topless y siento una tentación elefantiásica de entrar y quedarme a vivir en la oscuridad.
ResponderEliminarJe, je...
ResponderEliminarmujeres con cuerpo de catedral y alma de libro, esa analogia esta genial, algun dia la usare y claro esta, lo citare debidamente Sr. Cayetano.
ResponderEliminar¡Vaya! Éso me haría sentir más que honrado, Srta. Katrina, se lo aseguro...
ResponderEliminarPienso visitar su página en breve, y gracias por entrar en ésta...
Mu potito.
ResponderEliminarSorprendida me hallo en mi cubiculo mirando la pantalla de la cual salen vuestras letras que vuelan por mi cabeza y remueven mis sentimientos.
ResponderEliminarPreciosa dedicatoria, bonita cita!
Alma