lunes, marzo 30, 2009

Un gato suelto en Viena




Capítulo II. Luces de Viena


30 de marzo de 2009

Luce el sol oscuro tras la afeminada peluca de Mozart. Es un sol invernal, un tratado para la nostalgia y el Dios de la lluvia. Va desapareciendo invisible, tras las colinas pequeñitas y verdes que rodean esta ciudad, a caballo entre todo y nada, encrucijada obvia y europea.

Nunca en mis, casi treinta años ya, he conocido una ciudad como esta. En lo bueno y en lo malo, me refiero. Aún no consigo tomarle el pulso, aunque me fascina pasear por sus calles ignotas y parar en agradables cafés como en el que me encuentro ahora, garabateando en mi cuaderno, rodeado de tres señoras mayores (aquí es común el compartir mesa si el local está lleno) que intentan descubrir en qué idioma escribo inútilmente, debido al reducido tamaño de mi letra. Una de ellas lo acaba de adivinar. Señala con el índice una ñ. Señora avispada…

Recapitulemos: llevo cerca de treinta días aquí. Un mes muy intenso. De la ciudad, de momento, me quedo con casi todo: la belleza neoclásica del distrito uno, su olor a limpio, sus cafés, sus parques enormes, el Danubio, la comida, la gente sonriente, la maravilla de pasear sin vigilar que te roben. Pero destaco, de manera especial, a la gente que voy conociendo. Nunca jamás he conocido tamaña colección de rostros amables. Todos se me brindan. Y ella, claro, ¡y de qué manera! Y él: mi amigo reconquistado de nuevo.

A los pocos días de llegar me sentía bastante fuera de lugar. He de tener cuidado, me digo. No he de desplegar mi picaresca hispana ante gente que no está preparada para digerirla. Debo dejarme seducir por las palabras y los hechos cariñosos, no manipularlos.

Por todas partes, sus voces, su querencia afectiva me rodea y me digo que es demasiado bueno como para ser verdad. A veces se impone en mí mi negatividad ibera, incapaz de claudicar ante los buenos sentimientos de esta buena gente. En España tendemos demasiado a la sospecha, a la presunción de culpabilidad, a la acción causal, a las pajas mentales. Pensamos que la gente que se porta bien con nosotros lo hace por interés, sea el que sea. No podemos entender, no estamos preparados para ello, que la gente sea cariñosa con nosotros sin más, sin pedir nada a cambio.

Inocencia sin adulterar, es lo que he encontrado aquí. Inocencia candorosa que me empuja a ser mejor persona.
Y a ella.
Y por ella.


Cayetano Gea Martín


Cabalgando persigo mis deseos
Volando a ras del suelo
Tu inocencia es mi motor

Bushido - Entra conmigo


viernes, marzo 27, 2009

Todos los cuentos , de Cristina Fernández Cubas


Tusquets editores. 507 páginas

Muy bien escrito, con una prosa que atrapa y suena a convincente, a buena literatura en castellano, con una maestría excelente en el manejo de la tensión narrativa, este libro me recuerda a Poe y, en menor medida, a Cortázar, con unos sutiles toques –muy leves- de nuestro Juanjo Millás.

¿Con qué nos encontramos? Con una recopilación de todos los cuentos creados por su autora en los últimos años. Agrupados en cinco bloques: Mi hermana Elba, Los altillos de Brumal, El ángulo del horror, Con Ágata en Estambul y Parientes pobres del diablo, con un cuento final a modo de apéndice, El faro, la continuación de un cuento inconcluso de Poe.

Lo habitual en ellos: lugares corrientes donde tienen lugar relatos asombrosos, inquietantes, sorprendentes, sucesos extraños, hechos inexplicables... Lo fantástico moviéndose en plano de igualdad con la prosaica realidad. Como dice el prologuista: “Mundos inquitantes de límites imprecisos” o la propia autora: “En general, sitúo mis cuentos en escenarios cotidianos, perfectamente reconocibles, en los que, en el momento más impensado, aparece un elemento perturbador.”

Motivos y temas frecuentes: el fin de la infancia y de la juventud, los problemas de convivencia con los demás, los viajes y todo su simbolismo, los mundos paralelos, el desdoblamiento físico... (el motivo del “doble” es recurrente en varios cuentos).

Yo lo he pasado muy bien con este libro. Disfrutadlo vosotros.


Cayetano Gea Bermejo


miércoles, marzo 25, 2009




Happiness, for the first time
In a long and painful time ago
An absolutely joyfulness side
Awkward but fresh start to go

Yesterday, the ruins of my past
Seems to disappear forever
The skeletons of my closet at last
Have abandoned this young rebel

This sad rebel against his own mind
Against the clock and the beast within
That stills wants to win the battle

But I know final victory is mine
If I’m still fighting against the wind
And finally reaching a brave new rattle!


Cayetano Gea Martín


viernes, marzo 20, 2009

Desde aquel día


Se sentó en su mesa de siempre, en su bar de siempre, y ordenó el consabido té negro del sábado a las cuatro de la tarde. Extrajo el libro que estaba leyendo esos días, La invención del Quijote, de Francisco Ayala, encendió un cigarrillo y comenzó a leer. Le encantaban estas horas de absoluta calma, antes de que el bar, a eso de las siete, comenzara a llenarse con la variopinta fauna que puebla Madrid los fines de semana. Estos momentos de pausa, tan raros en su ajetreada vida, le sumían en una especie de cálido letargo en el cual era capaz de estar tranquilo y pensativo, pero sin darle vueltas a lo mismo una y otra vez desde hace cinco años.

Desde el día en que ella murió.

Nada había vuelto a ser lo mismo, lo cual era obvio y suponía que a todo el mundo que pasa por un trauma semejante experimenta. Pero a él le asustaba la fragilidad de la existencia humana mucho más que el ser consciente de la muerte de su esposa. Dormía muy mal, temiendo por su propia vida cada vez que la oscuridad lo envolvía, temblando y agarrándose las rodillas, como el grotesco niño de cuarenta y ocho años que a veces era. Solamente en aquellas tres horas a la semana se encontraba en paz, feliz. Era su tregua particular.

- Hola, perdona, ¿esta silla está ocupada?

- ¿Eh? No, no, en absoluto.

¿Quién era ella? Y ¿por qué le importunaba con su mundana presencia, con sus ojitos de niña mona madrileña a la caza del macho maduro? Aún era demasiado pronto como para comenzar la danza de la fertilidad. Estas tres horas eran suyas, su necesario paréntesis. No cambien de canal, por favor, todos los

- Todos los sábados de cuatro a siete.

- ¿Disculpa?

- ¿Eh? Oh, nada. Estaba pensando en voz alta. No, la silla no está ocupada, no.

Ella lo observaba con esa mezcla de miedo y atracción con la que las chicas jóvenes solían mirarlo. A pesar de su edad, y no de no haberse cuidado demasiado, parecía diez años más joven. Pero sus ojos no. Tenía ojos de anciano escudriñador.

- ¿Te conozco de algo?

- ¿Qué? Ah, no, no creo.

- Yo creo que sí, me suena tu cara.

- Suelo dejarme caer por aquí. Sobre todo a esta hora. Quizá me hayas visto otro sábado aquí sentado y leyendo a solas.

- ¿Te estoy importunando?

- Infinitamente.
- Discúlpame. No era mi intención molestarte. Te dejo seguir leyendo. ¡Hasta luego!

El musitó un conciso “gracias” y se dispuso a continuar con el libro. Sin embargo, por más que intentase leer, ya no era capaz de concentrarse. “Maldita sea”, pensó. “Esto me pasa por no quedarme en casa y hacer lo mismo que hago aquí, pero desde mi sofá”. Se mentía, claro. Sabía muy bien por qué prefería venir aquí. En su casa

En casa los demonios me destrozan el alma. Fantasmas andrajosos me persiguen habitación por habitación, violando mi mente y susurrándome frías palabras en el cuello en cuanto me siento en el sofá, en ese sofá tan cargado de recuerdos que se hunde debido a su peso, como el resto de la casa, de estas cuatro paredes que no son nada si no estás tú para dominarlas. Tu impronta me persigue como los miasmas que dejan los pensamientos en el aire que una vez compartimos.

En su casa no podía concentrarse bien. Por eso venía aquí. Además, conocía al dueño y era un lugar no excesivamente luminoso y agradable, una mezcla de bar de copas con biblioteca. Él llegaba a las tres, elegía un libro, cruzaba alguna frase amable que otra con el camarero checoslovaco, ordenaba un té negro, sacaba el paquete de tabaco rubio bajo en nicotina y comenzaba a leer. Se bebía tres tazas de té en total, una por hora, y se fumaba seis cigarrillos, uno cada media hora. Después, a las siete, podían pasar dos cosas. Generalmente, se iba a casa y se metía rápidamente en la cama para

Para que los demonios no jugaran con sus lenguas de hielo en su oreja.

Para poder levantarse pronto al día siguiente. O, a veces, si conocía alguno de los parroquianos y se sentía animado, pedía una jarra grande de cerveza alemana y charlaba un ratito. Luego, siempre alguna chica se le acercaba a hablar y de vez en cuando acababan en la cama. Pero este sexo fugaz lo entristecía y le hacía pensar de nuevo en ella, en su mujer perdida.

Las horas muertas y los años perdidos que dejaban su saldo vital en números rojos, en facturas por pagar y en entropía en todos y cada uno de sus miembros.

- Hola de nuevo.

- Ah, hola.

- ¿Sigues leyendo, eh?

- En realidad, creo que lo dejo por hoy.

- ¿Demasiadas cosas en la cabeza?

- Podría decirse así.

- ¿No eres muy hablador, eh?

- Sólo cuando tengo algo importante que decir.

- Me recuerdas al protagonista de Tala, de Thomas Bernhard, o al Lobo Estepario.

- ¿Qué pasa? ¿Es que te van los viejos silenciosos? ¿Esos que parecen tener un mundo interior increíble? ¿Buscas un padre en lugar de un novio?

- No. Los tipos como tú me llaman la atención y despiertan mi curiosidad, pero nada más.

- ¿Los tipos como yo?

- Sí. Los pseudo literatos depresivos. Ya sabes, la gente que prefiere libros a personas.

- Lo dices como si fuera algo malo.

- En absoluto. Pero vuestra actitud es siempre de macho herido. De león viejo.

- ¿Y si fuera una mujer?

- No, eso no ocurre casi nunca. A las mujeres nos gusta vivir.

- ¿Y a mi no?

- Sí, pero estás tan cómodo auto compadeciéndote que no quieres arriesgarte a la posibilidad de ser feliz.

- No me conoces. No me conoces en absoluto.

- No, pero conozco todo lo necesario sobre los tipos como tú.

- Me llamo Alfonso, por cierto.

- Yo no tengo nombre, dejémoslo ahí.

- De acuerdo.

- ¿Sabes? Los tíos como tú sois criaturas patéticas que disfrutáis quejándoos y llorando sobre lo absurdo de la existencia. Y miráis al resto de los pobres mortales desde vuestro trono hecho a base de libros y de excusas. Creo que sería mejor para todos, vosotros los primeros de la lista, si os mataseis.

- Es curioso. Últimamente fantaseo con el suicidio. Pero no por la causa que crees.

- Oh, creo que la sé. Se debe a que perdiste a alguien, a tu esposa, presumo.

- ¿Cómo sabes eso?

- Los tipos como tú sois muy obvios. Es lo más triste de vosotros: os creéis tan distintos al resto que no os dais cuenta de lo típicos que podéis llegar a ser. Vosotros nunca os suicidaríais por un hijo, o un hermano. Pero por el amor de vuestra vida sí.

- Lógico, ¿no?

- No.

- ¿No?

- No. Flaca memoria le harías a tu fallecida mujer si te mataras. ¿Qué crees que pensaría ella al verte sentado aquí, patéticamente solo, tonteando con chicas y fantaseando con la idea de quitarte la vida?

- Ella no puede verme. Está muerta.

- Pero, ¿y si pudiera?

- Desde que cumplí los treinta años abandoné los “¿y si?”

- Claro, cómo no. Además de inteligente eres pragmático, ¿verdad?

- Muy buena palabra. Sigue leyendo, pero sin comprenderlos, a Millás y a Marías y podrás añadir a tu parco vocabulario filfas, hueras y epifanías.

- Se te da bien el rol del viejo cabrón, ¿eh?

- Sí, bueno, no me quejo.

- Tienes a la gente bien clasificada, ¿no? ¿Para qué arriesgarse a conocer a alguien que se salga del molde?

- Efectivamente, ¿para qué? Es mejor que yo siga disfrutando de mi té y que tú te vuelvas a tus apuntes de magisterio y tus tiras cómicas de Mafalda.

- Oh, pero qué inteligente eres.

- Sí. Sin embargo a ti te falta una neurona para poder ser sarcástica, así que ahorrémonos este diálogo de besugos y déjame tranquilo.

- Bueno, ya te dejo en paz. Pero antes, respóndeme a una pregunta.

- Vale. Te la contesto: sí, soy feliz. Y si no lo soy es asunto mío.

- Esa no era mi pregunta.

- Bien. No quiero acostarme contigo. Me has caído tan mal que no te follaría ni con la polla del camarero en lugar de la mía.

- Tampoco era eso, cabronazo maleducado.

- De acuerdo. Pues dila y puerta.

- La pregunta es si pensarás en lo que te he dicho.

- ¿Y qué me has dicho?

- Si crees que así respetas la memoria de tu difunta esposa.

- Ya te he dicho que no creo en…

- No crees, no crees… ¿No crees en qué? ¿No crees que ella invirtió los mejores veinte años de su vida en convertirte en un mejor ser y que, a la vista está, ha fracasado estrepitosamente? ¿No crees que merece una compensación por sus sacrificios constantes, por su esfuerzo y su fe hacia ti, y que ahora se lo pagas convirtiéndote en algo que ha buen seguro ella reprobaría? ¿Eso es en lo que no crees? ¿Eso es? Bah, hazle un favor a la memoria de tu difunta esposa y desaparece del mundo o cambia. Vuelve a ser el hombre que ella querría.

Y con esa última frase, se marchó. Al cabo de diez minutos, lo que tardó Alfonso en consumir otro cigarrillo, se incorporó y salió a la calle. Ni siquiera se molestó en pagar. Se preguntó cómo andaría su madre y cuánto hacía que no la visitaba.


Cayetano Gea Martín


miércoles, marzo 18, 2009

Para él



Mi mejor amigo es un joven señor
Que posee un bello corazón de oro
Difícil de extraer, pero es mejor
Así, no le querría de otro modo.

Se revela todo él cuando canta
Ante la audiencia expectante.
Yo sonrío, porque me basta
Con permanecer por él radiante.

¿Qué sientes, amigo, al tener
En tus manos, lo que soy?
¿Al ayudarme en mi camino?

¿Qué sientes, amigo al saber
Que eres, hoy por hoy,
El artífice de mi destino?


Cayetano Gea Martín


sábado, marzo 14, 2009

Compraventa



Vendo cascabeles amarillos y rojos de diablo andaluz,
Estampitas, relicarios, trileros, escobajos de Lazarillo,
A Maritormes, a Ginés de Pasamonte y a su arcabuz,
Mis noches de jazmín, de alcornoques, de canto de grillos.

Compro corazones rotos, lágrimas negras y tiritas añejas,
Manantiales oscuros y tristes malevolencias biliares,
Y a una concreta mujer que sepa tirar de mi calesa,
Compro marihuana, cerveza, vino, placebos, ajuares.

Vendo ruedas de carreta y peinetas de Mojácar,
A un patriarca gitano con todos sus complementos,
Panderetas, verbenas, ferias de abril y banderas.

Compro botellitas, libros, relojes, pipas de nácar,
Buen café, sinceridad, y para mi pluma amuletos.
Compro el tenue rumor de tus perfumadas caderas.


Cayetano Gea Martín


miércoles, marzo 11, 2009

Un gato suelto en Viena



Capítulo I. Vientos de cambio

10 de marzo de 2009

La oportunidad golpea mi puerta en estos días, pero lo hace de manera gentil. Es casi más una opción que algo impuesto. No tengo ningún tipo de deseo de frustrar mis propias esperanzas y, por primera vez en mi vida, la decisión parece meridiana.

Aquellos que me conocen más (no por más interés, si no por una mera lejanía espacial) ya saben de qué estoy hablando. En resumidas cuentas, me marcho por una temporada de Madrid (capital de ese reino egoísta y fragmentado llamado España o Tierra de Conejos) en busca de nuevos horizontes. Puede que sea mi última oportunidad y en esta vida hay que coger el toro por los cuernos siempre que se tiene ocasión.

Durante años he deseado un momento como éste, deseando probar fortuna en otros lugares. Y no lo hago por despecho a la Madre Patria si no más bien por curiosidad y búsqueda compulsiva de conocimiento. Todo se alinea a mi conveniencia: me encuentro sin trabajo, sin pareja y sin morada: las condiciones son perfectas para empezar de cero en otro lugar. Y si el experimento resulta fallido, volveré por mis fueros una vez más.

¿Destino? Viena, la hermosa Viena, donde me espera un muy amigo (no sabe él cuán importante es para mí su amistad) y otros más, personas excelentes que, a buen seguro, me acogerán con los brazos abiertos (aquí iba a insertar una grosería facilona, pero prefiero brindársela a Alfredo en bandeja).

Sin nada más (y nada menos), me despido por hoy. Aún seguiré viviendo en la eterna Madrid desde abril hasta mayo, fecha en la cual, si los hados me son propicios, partiré hacia nuevos horizontes.

Reciban vuecencias besos y abrazos de


Cayetano Gea Martín


Opportunity came to my door
When I thought I might need a ride

Gamma Ray – Opportunity


domingo, marzo 08, 2009

Tres visiones sobre el control.


Borges creía que por ser la realidad un sueño, no era más real que un relato; y entre el relato posible, hijo de la inteligencia, y la realidad, hija del azar, prefería el relato. Así, dijo alguna vez que el primer relato de Mark Twain que había leído era Adventures of Huckelberry Finn, porque le gustaba y había influido en él, y no Tom Sawyer, que no le gustaba y no le pareció estimulante, pero que, “por estupidez de la realidad” fue el primero que leyó.

Adolfo Bioy Casares, Memorias.


Los dados en la mano simplificaban el mundo.
Reducida a seis números, la vida se instalaba en cada dado como si este fuese no solo un objeto perteneciente a un juego de azar, sino el material concreto capaz de llegar a la fórmula de explicación de las fuerzas que existían en la Tierra.
En tales momentos, se imponía otra clase de decisiones, que no las que los días pedían habitualmente a cada hombre. Se evaporaba la tensión que resulta de la existencia de un número de posibilidades infinitas; allí, en aquella mesa, cada uno de los dados limitaba los caminos.
Y lo que proporcionaba placer a Joseph Walser era precisamente la sensación de que allí, al fin, había límites. Nada era desconocido, no había el “algo más” que perturba, el algo más no visible. Nada estaba por llegar, todo estaba allí desde el principio, en el juego, nada nuevo podía surgir y perturbar el curso de los acontecimientos. Seis números se encontraban pegados al dado y de allí no salían. Y no había un séptimo guarismo, una séptima posibilidad. Seis era el límite.

GonÇalo M. Tavares, La máquina de Joseph Walser.

¿Qué estrategias generales pueden ayudarnos a enfrentarnos a los agentes estresantes psicológicos? Como es evidente, el primer paso es reconocer con precisión las señales de la respuesta de estrés e identificar la situación que la provoca. Una vez esto hecho hay varios caminos a seguir. [...]
Frente a hechos terribles fuera de nuestro control, que no se pueden evitar y cuyas consecuencias no se pueden solucionar, quienes son capaces de hallar la forma de negarlos tienden a enfrentarse mejor a ellos. Dicha negación no sólo es permisible, sino que quizás sea el único modo sano de enfrentamiento. [...]
Quienes se enfrentan al estrés con éxito tienden a ejercer control ante agentes estresanes, pero no tratan de controlar, en el presente, cosas que ya han pasado, ni hechos futuros que son incontrolables, ni intentan reparar lo que no se ha roto y no tiene reparación posible-[...]
Una estrategia acertada consiste en hallar una salida para las frustraciones de la vida que se pueda emplear de forma habitual.[...] La oración, la meditación, los bailes de salón, el psicoanálisis, Bach o los deportes de competición ayudan a unos y no a otros [...]
Suele ser útil buscar información precisa y predictiva.

Robert Sapolsky, ¿Por qué las cebras no tienen úlcera?

jueves, marzo 05, 2009

Vejadme



Quiero despertarme lujurioso dentro de vosotras,
Y que me deis una palmada que me desestabilice
Cada vez que vuelva a entorpecer vuestras vidas.

Quiero que abuséis de mí y que me hagáis sufrir,
Que os comáis mi corazón que late mareas negras
Antes de que se seque bajo el sol de los treinta años.

Quiero que devoréis con gran placer mis entrañas
Aún jóvenes y frescas, antes de que se conviertan
En moribunda cecina de payaso cuarentón.

Quiero amaros con todo lo que tengo en mí,
Aunque me pierda todavía más en el camino.
Vejadme, os lo ruego. Y procurad que me duela.

Quiero, deseo y ordeno ser utilizado y devastado.
Estoy de oferta: dos sonrisas por el precio de una.
Aprovechen, señoras, que el bufón está de saldo.


Cayetano Gea Martín


lunes, marzo 02, 2009

Camino (temporal) a Viena


¡Buenos días!

Os escribo estas líneas apenas veinticuatro horas antes de marcharme por unos días a la capital austríaca, donde pasaré quince días en compañía del bueno de mi amigo Sergio y los seis vieneses del Apocalipsis: Georg, Andi, Obi, Kurt (que junto con Sergio forman el grupo Free 2 Fly), Roland y Berni. Mientras el bueno de Sergio curra, me iré a dar (si el tiempo acompaña) paseítos por las calles, los parques y los palacios de esta hermosa ciudad donde nada es feo, como decía Vargas Llosa, ni siquiera los ancianos.

Tengo que patearme por entero el mapa turístico de Wienn que me descargué de Internet, aunque sólo el centro de la ciudad, no me vaya a perder.

Lo bueno que tiene el distrito central de aquí es que está delimitado por una calle circular (la Ringstraβe), antigua muralla de la ciudad, y que facilita mucho más el saber dónde coño estás.

Bueno, gente. Me despido por el momento. El viernes colgaré algo nuevo y algo ligero, pero es que no tengo demasiadas musas ahora mismo. A ver si puedo escribir algo en alguna de las hermosas y pijas cafeterías del centro, que esta ciudad se brinda mucho a la melancolía escritora…

Ah, por cierto, el bueno de mi padre se enfrenta al mundo de los blogs tras petición mía… Su flamante blog se llama La tinaja de Diógenes y va de Ciencias Sociales, entre otras yerbas… Os paso la dirección por si queréis avergonzarle o decirle el hijo tan estupendo que tiene, je, je:

http://latinajadediogenes.blogspot.com/

También aparece en este blog como seguidor en la esquina superior derecha…

Y nada más… Cuando tenga neuronas de nuevo os lo haré saber de cara a colgar alguna paranoia mía más… Pedro, sigue así, con las riendas de este blog bien sujetas por tu firme mano izquierda…

Besos para ellas y patadas en la espinilla para ellos

Cayetano