lunes, abril 30, 2007

Lenguaraz

De palabras se componen los verbos, pero los verbos componen palabras, y cada siglo que sucede al anterior forja nuevas palabras preñadas de verbos. Los verbos salen de dentro de las palabras envueltos en el líquido amniótico de la ignorancia de la época en cuestión. Y en cuestión de tiempo, los verbos dominan la época.

Mis pensamientos, básicamente, se componen y articulan gracias a un invento llamado castellano, una lengua romance del grupo ibérico de gramática complicada y de acento áspero, plagada de “jilgueros juguetones pero ceñudos que roen calabazas redondas y jugosas”.

Mi idioma es un idioma vulgar, ya que proviene del vulgarismo de otro, el latín. Por ello, en su gestación, tuvo que rodearse de localismos enriquecedores, para camuflar con polvo de oro un corazón de barro.

Es un idioma conciso, directo, de palabras cortas, aunque no siempre. Nos llama la atención la longitud de las palabras de otros idiomas, como el alemán. Pero tratad de que un germano diga nuestras dos palabras más largas, “anticonstitucionalmente” y “electroencefalografista”, sin provocarle una embolia.

Para los atrevidos foráneos que riñen sobre nuestra ricas palabras porque rumian ante su ronco rugido ruidoso, decirles que la letra consonante que más se repite en nuestro idioma es la erre, por desgracia para ellos.


"Dicen que la lengua francesa es tan perfecta que no necesita escritores. A la inversa, dicen que el castellano es una lengua que se desespera de su propia debilidad y necesita producir cada tanto un Góngora, un Quevedo, un Cervantes." - Jorge Luis Borges


Cayetano Gea Martín

viernes, abril 27, 2007

Valkoinen taikuus (Magia Blanca)


Te miro mientras sueño, mientras apago velas, envuelto en mi traje de viajero errante, de cazador de quimeras. Te miro con los ojos cerrados, como hay que mirar cuando se quiere ver algo. ¡Qué hermosa eres bajo la luz de ese sol que ilumina de naranja mis párpados bajados!

Qué extraña fosforescencia, qué magia más blanca; y qué extraños y nuevos sentimientos agolpándose contra tu agua y tu bosque bajo mis manos y bajo mis venas. Y mi pene entonando un cántico lunar al lago sagrado.

Allí me encontré. Desde entonces vivo preso de un sueño templado, de un verano luminoso a veinte eternos grados, tan distinto a mi desierto.

Un año hace casi ya desde aquel instante. Un año mirando al norte.


Kai Maaemo


miércoles, abril 25, 2007

Inteligencia

Fue su desprecio lo que hizo que tomara una decisión final, no su verborrea en sí. Fue ese gesto banal de reina de fin de curso, de amanerada viuda, princesa de Chamberí. Aquel desandar parques a ritmo de cigarrillo, ron y frases hechas. Aquellos veintidós años perdidos.

“Todos los hombres sois iguales, solamente buscáis una cosa. No tiene sentido que lo niegues o que opines al respecto: es una respuesta obvia”.

Vaya, con tamaña resolución promulgada, no hay respuesta posible, máxime cuando no estoy seguro de hasta que punto es válida, o no, tal afirmación. Esgrimiendo aquella multilateral sonrisa mía de póquer, que por aquel entonces comenzaba ya a desarrollar, decidí permanecer tranquilo, sentado, con mi fina camiseta pegada a la espalda, empapada del calor a terrazas del mes de julio en Madrid.

“Mira, yo lo que quiero decir es que nosotras somos mucho más inteligentes porque siempre lo hemos tenido todo en contra. Vosotros lo tenéis mucho más fácil: para trabajar, para ligar...”

¿Para ligar?, casi exclamo asustado, cerca de caer dentro de la eterna red de tópicos. Mi respuesta murió en mis labios, sabedor de que cientos de miles de hombres la habían dicho antes que yo, por lo que no merecía la pena lamentarse ante sus insoportables y constantes ataques acerca de lo insensible que somos, lo malo que somos, lo simple que somos.

“Bla, bla, bla”

Lo sucios que somos.

“He dicho bla, bla, bla”

Ah, y que no escuchamos.

“Somos mucho más inteligentes, no lo puedes negar. Y mucho más sensibles, eso lo sabe cualquiera.”

Cualquiera lo sabe, oh, sí. Mientras, desgrano los millones de rostros podridos que se reflejan en el agua del Manzanares. Y pienso en mis padres, en lo que son, en lo que tienen, en lo que tengo. En mis amigos. En los que conoceré en el futuro. En los amores y amoríos que tendré. Y en mi hermano. Sobre todos en mi hermano. Brindo por todos ellos y ellas.

“Somos mucho más inteligentes...”

Decido dejarlas, a ella y a su inteligencia, a solas. Seguro que tienen muchas cosas que contarse.
Cayetano Gea Martín

martes, abril 24, 2007

Dos citas y sus correspondientes reflexiones

Releo la excelente novela de Alberto Ávila Salazar titulada “Todo lo que se ve” y encuentro estas dos citas complementarias:

Schopenhauer: “Somos nosotros el ser que el tiempo ha escogido para llenar el vacío, así llenamos la totalidad del tiempo, sin distinción de pasado, presente o de porvenir, y nos es tan imposible salirnos de la existencia como del espacio".

Soy afortunado, apenas tengo preocupaciones serias, nunca he tenido problemas de dinero ni de trabajo, estoy casado con la mujer que quiero. Mis únicas preocupaciones son estrictamente metafísicas.

Lo que me lleva a la conclusión de que yo tampoco debo de tener demasiadas preocupaciones a día de hoy y que la cursiva de una cita de un libro se ve anulada cuando lo que se cita de ese libro es otra cita (negativo por negativo igual a positivo).
Pedro Garrido Vega.

lunes, abril 23, 2007

Citas célebres de Groucho Marx


Jamás aceptaría pertenecer a un club que me admitiera como socio.

¿A quien va usted a creer? ¿A mí o a sus propios ojos?

Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros.

Nunca olvido una cara. Pero en su caso, estaré encantado de hacer una excepción.

Claro que lo entiendo. Incluso un niño de cinco años podría entenderlo. ¡Que me traigan un niño de cinco años!

La justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música.

La televisión ha hecho maravillas por mi cultura. En cuanto alguien enciende la televisión, voy a la biblioteca y me leo un buen libro.

Debo confesar que nací a una edad muy temprana.

Recordad que estamos luchando por el honor de esa mujer, lo que probablemente es más de lo que ella hizo jamás.

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y aplicar después los remedios equivocados.

Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente.

Bebo para hacer interesantes a las demás personas.

¿Servicio de habitaciones? Mándenme una habitación mas grande.

El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla, está hecho.

Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente esta demasiado oscuro para leer.

No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo.

El matrimonio es la principal causa de divorcio.

Es usted la mujer más bella que he visto en mi vida... lo cual no dice mucho en mi favor.

Hay que avivar el cariño del amor con el abanico de la indiferencia.

Mi madre adoraba a los niños. Hubiera dado cualquier cosa porque yo lo fuera.

Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…

En las fiestas no te sientes jamás; puede sentarse a tu lado alguien que no te guste.

Hay muchas cosas en la vida más importantes que el dinero. ¡Pero cuestan tanto!

La próxima vez que lo vea, recuérdeme no saludarlo.

- ¿Por qué y cómo ha llegado usted a tener veinte hijos en su matrimonio?
- Amo a mi marido.
- A mí también me gusta mucho mi puro, pero de vez en cuando me lo saco de la boca.

Todo lo que soy se lo debo a mi bisabuelo. Si aún viviera, el mundo entero hablaría de él... ¿Que por qué? Porque si estuviera vivo tendría 140 años.

Cadena de errores

Aquella tarde te compré un ramo de magnolias y un anillo de plata. Me dirigí hacia tu casa pero equivoqué la dirección. Llegué a la calle que no era, al portal que no era, pulsé un botón que no hizo sonar el portero automático de tu casa, entré en un edificio que no era el tuyo, subí a un piso que tampoco lo era y pulsé un timbre que no escuchaste.
Me abrió ella.
Se quedó con las magnolias, el anillo y mi corazón.

viernes, abril 20, 2007

Viernes de resaca

Ay, que lo decía mi madre, que el alcohol no es bueno, no. A eso añadiré que no, y menos un jueves. El crapulismo y la bohemia madrileña me han vuelto a ganar por la mano.

Hoy iba a colgar una reflexión sobre una chica que conocí hace mucho, en otra vida, cuando mi hígado era más joven, pero estoy perezoso y poco fino para la prosa, con mis neuronas imposibilitadas a la hora de la sinapsis... Perdón, señor Brainy, por apropiarme de terminología científica :p

Así que sólamente me resta dedicaros a todas y a todos, desde este epicúreo rincón, un feliz fin de semana.

Da svidan'ya!

"Y cuando estamos borrachos a quien más echamos de menos es a mamá"
Nancho Novo y los Castigados sin Postre

Cayetano Gea Martín

miércoles, abril 18, 2007

Desmejorando lo presente

Desmejorando lo presente,
La tormenta al acecho va perdiendo fuerza,
Y tus cálculos biliares
Se conjuran contra el mes de Abril,
Tan alérgico él,
Que altera tus riñones
Y mi sangre roja, roja,
Como la de un orangután,
Como la de un perro:
Como la de las varices del tiempo.

Desmejorando lo presente,
He recuperado media sonrisa;
La otra mitad duerme en tu regazo, amor,
(Ya sabes tú quién eres tú)
Y me atrevo, de nuevo, a soñar,
A brindar por horizontes lejanos,
Y por los terrosos de esta zanja
Llamada Madriz con zeta
(Zeta de zanja, de zahorí, de zozobra)

Desmejorando lo presente,
Vuelvo a ponerme las camisas
Por el agujero que corresponde;
Y no hay nada ya que me dañe,
Al menos de momento, oh, candor,
Y en tus brazos, oh, en ellos,
La paciencia infinita
Y el rosa de tu cuerpo

Pa los cantos de sirena fatalistas,
Tapones de libros en los oídos.


Cayetano Gea Martín (desmejorado)

martes, abril 17, 2007

Elogio del hombre



El hombre no es más que una brizna de hierba, el ser más débil de la naturaleza. Pero una hierba que piensa. Para aplastarlo no e necesario que el universo entero se movilice: basta un vapor o una gota de agua para matarlo. Pero aun cuando el universo lo aplastase, el hombre sería más noble que lo que le mata, porque sabe morir, y el universo no sabe nada de la ventaja que tiene sobre él.

Blaise Pascal, Pensamientos.

lunes, abril 16, 2007

Un ilustre.


Augusto Monterroso es uno de esos autores que me niego a no releer a lo largo de mi vida. Ayer releí Movimiento perpetuo, una miscelánea de textos (dos o más libros en uno solo, muy breve, como todo Monterroso incluido él mismo) en el que se muestra a sí mismo como escritor y como crítico de lo que le rodea, con ese humor suyo tan sutil. Recojo dos textos que se encuentran en el libro, cuya lectura recomiendo a cualquiera que desee pasar un buen rato (en todos los sentidos). Comienzo por un texto más sorprendente (para algunos podrá ser desagradable) que no es suyo, pero que está muy bien escrito y un segundo que es el fragmento final de un texto que lleva por título Beneficios y maleficios de Jorge Luis Borges. Disfrutadlos.

Yo siempre había odiado las moscas; el cosquilleo que hacen al posarse sobre la frente o sobre la calva -transcurridos los años da lo mismo- el ruido como de pequeños aviones que hacen al zumbar por las orejas. Pero lo verdaderamente horrible es cómo se posan en nuestros ojos abiertos que ya no podemos cerrar, cómo se meten en el hueco de nuestras narices, cómo entran en grupo en nuestra boca abierta que quisiéramos mantener cerrada, sobre todo cuando hemos quedado tendidos cara al sol, con un rifle bajo el hombro, antes sobre el hombro, pues no tuvimos tiempo de usarlo.

José María Méndez.
[...]
El encuentro con Borges no sucede nunca sin consecuencias. He aquí algunas de las cosas que pueden ocurrir, entre benéficas y maléficas.

1.Pasar a su lado sin darse cuenta (maléfica).
2.Pasar a su lado, regresarse y seguirlo durante un buen trecho para ver qué hace (benéfica).
3.Pasar a su lado, regresarse y seguirlo para siempre (maléfica).
4.Descubrir que uno es tonto y que hasta ese momento no se le había ocurrido una idea que más o menos valiera la pena (benéfica).
5.Descubrir que uno es inteligente, puesto que le gusta Borges (benéfica).
6.Deslumbrarse con la fábula de Aquiles y la Tortuga y creer que por ahí va la cosa (maléfica).
7.Descubrir el infinito y la eternidad (benéfica).
8.Preocuparse por el infinito y la eternidad (benéfica).
9.Creer en el infinito y la eternidad (maléfica).
10.Dejar de escribir (benéfica).
Fotografía: El enano junto al gigante (y, a pesar de todo, amigos).

jueves, abril 12, 2007

Ella y él - Tercera y última parte de una historia de no encuentro

Nunca, nunca... Nunca los ojos de él vieron los suyos, nunca aprendió de memoria su hermosa geografía utilizando sus cinco sentidos. Nunca se encontró ella perdida en el pecho de él, depositando beso tras cálido beso en sus minúsculos pezones de hombre. Nunca estuvo él de rodillas, besando su pubis ceniza y lamiendo su clítoris como un siervo del templo femenino alcalino, como lacayo de feroz diosa. Nunca ella observó su hermoso cuerpo moreno cimbrearse ante sus sorprendidas nalgas. Nunca ambos se abrazaron, se amaron, encajaron, copularon, ni descansaron en brazos del otro.

Nunca.
Nunca la variable perdida, el tiempo marchito de olas muertas que se extiende cual piel al sol les acercó lo suficiente.
Nunca.
Never.
Nunca.
Never the time, the impenetrable fortress of human singleness opens its wings, never spreads the fire, never does, never dies, never exists.
Never

The fucking end
Cayetano Gea Martín

lunes, abril 09, 2007

Dos mil siete

Y fue aquella mañana, camino del trabajo, cuando, leyendo el libro “Novecento”, de Alessandro Baricco, se le ocurrió un nuevo cálculo: si tenía veintisiete años le quedaban, más o menos, en torno a cincuenta o sesenta años más de vida por delante. Teniendo en cuenta que su ritmo de lectura era de unos tres libros al mes, pudo calcular rápidamente que desde ahora hasta el día de su muerte le daría tiempo a leer unos dos mil libros. Por causas azarosas, se le antojó que la cantidad exacta de libros sería de dos mil siete. No sabría decir por qué, quizá una corazonada, quizá una coincidencia forjada en su mente a ritmo de calendario, pero estaba totalmente convencido de ello: dos mil siete libros hasta el día de su muerte, a contar desde hoy.

Su mayor preocupación inicial fue el seleccionar muy bien los libros a leer: cuántos serían clásicos, cuántos modernos, cuánto de ficción, de poemas, de teatro, antologías, biografías, científicos, políticos, filosóficos, etc. Por inclinación natural, se decantó, en su mayor parte, por la novela.

Pasaban los años, y el número restante disminuía a mayor velocidad que la media inicial de tres libros/mes. Asustado ante tal vertiginoso descenso, decidió frenar la cadencia a un libro al mes. Después, a uno cada dos. Cada tres. Cada medio año.

Alcanzó el libro dos mil cuatro el día en que cumplió ciento treinta y siete años. Una vejez extrema paralizaba todo su cuerpo. No se movía, no comía. Dicen que, incluso, no respiraba. Solamente permanecía quieto. Sentado. Y muy de vez en cuando, leyendo.

Diez años más tarde, a pesar de alargar hasta lo indecible el penúltimo volumen, se enfrentó cara a cara con el número dos mil siete. Se demoró tres meses en depositarlo en su atril de lectura, abrirlo y leer el año de imprenta. Su intención era no acabar nunca aquel libro: demorarse entre sus páginas, dividir los tiempos de lectura en no ya párrafos, sino en palabras, o incluso en leer una sola letra a la semana, al mes, o no leer más. Nunca más.

El libro que había escogido como largo canto de cisne era la edición británica de la Kalevala, el compendio de mitología finlandesa reunificada en el siglo diecinueve por el filólogo Elias Lönnrot. Su carácter crepuscular y la tristeza de sus versos le parecieron lo más apropiado para terminar sus largas andanzas en este mundo, empero su intención de alargar la lectura hasta el infinito.

Sin embargo, aquel libro le poseyó desde la primera frase:
“In primeval times, a maiden,
Beauteous Daughter of the Ether,
Passed for ages her existence
In the great expanse of heaven”.
Inmediatamente, desapareció dentro de aquellos extraños cantos. Al segundo se sintió identificado con el viejo Väinämöinen, el primer hombre, y lloró con la tragedia de Kullervo.
No podía dejar de leer.

Según avanzaba, aceleraba el ritmo, recordando sus años de juventud lectora. Sin embargo, hacia la cuarta parte del grueso volumen, cayó fulminado al suelo, víctima de un ataque al corazón. El pobre hombre erró en sus cálculos: se le olvidó incluir en la lista a “Novecento”.
Cayetano Gea Martín

Lo(s) cinético(s)

El arte es, en mi opinión, conversación. Una conversación entre el creador y el espectador. Si el creador sólo expone y rechaza la intervención del espectador, el arte se convierte en monólogo y, por tanto, la conversación queda frustrada. No es difícil apercibirse de que las grandes obras, aquellas que consiguen fascinarnos, inquietarnos, aterrorizarnos o embelesarnos (o todo al mismo tiempo, función sólo al alcance de unas cuantas) son precisamente aquellas que dejan algún resquicio en el que el espectador pueda escabullirse y proponer algo diferente de la obra en sí o interactuar con ella de igual a igual en la conversación creador-espectador.
Desde que en 1962 Umberto Eco publicase Obra abierta, un magnífico ensayo, la interpretación, y posiblemente la creación del arte han cambiado de forma considerable. Hoy tal vez no se ve tanto el arte, y estas son palabras de Eco, como “un milagro creador” sino más bien como “organización de la materia”. En ese momento la obra de arte es aprensible por el espectador y se torna más accesible e interactiva.

Ese concepto del arte es el que poseían muchos de los autores que conforman la exposición temporal del Museo Reina Sofía titulada Lo(s) cinético(s). En la muestra alternan obras escultóricas, pictóricas y performances de artistas que plantearon la obra de arte como un diálogo con el espectador. La mayoría apuestan por los efectos ópticos (el llamado op art) en el que es más bien el espectador el que debe hacer el esfuerzo por interactuar con la obra (el movimiento del espectador hará variar la obra en diversos planos), como ocurre en las obras, por ejemplo, de Jesús Rafael Soto. En otras, el dinamismo está incluido en la propia obra, bien percibida de forma pasiva por el espectador (algunas obras de Dalí, de Moholy-Nagy o Vasarely)o bien porque la propia obra de arte está dotada de movimiento (son espectaculares las tres de Tinguely). No olvido, por supuesto, una proyección de uno de los grandes, Marcel Duchamp que ya en 1923 proponía crear (siempre desde la ironía) obras en continuo movimiento, algo que ya había probado con el ready made de la rueda sobre la banqueta.

Un solo pero a la exposición: no se puede interactuar con las obras tanto como uno desearía. Sin embargo, la muestra es amplia y representativa de los artistas que han promovido este diálogo entre creador y espectador, algo que ya intentaron en otras artes Stockhausen y Berio (mediante partituras que podían interpretarse en diferente orden, alternando las páginas de las mismas), Joyce (en su famoso Finnegan´s Wake), Mallarmé (en un libro de poemas con páginas intercambiables que nunca completó), Raymond Queneau (con sus poemas de versos intercambiables que después copiaron Cortázar y Octavio Paz) y algunos otros que ya no cito porque sería extenderse sin motivo.
Imagen: VEGA, de Victor Vasarely (1971)
PGV