domingo, octubre 30, 2005

Interludio

Exacto.

Cansado, aburrido y, por motivos ajenos a mi voluntad, asqueado de todo un poco, no tengo ni inventiva ni ganas de escribir nada, lo siento.

Volveré cuando me aclare un poco.

Cayetano Gea Martín

domingo, octubre 23, 2005

Zapatos nuevos

Zapatos nuevos o los cantos de sirena del capitalismo ibérico. Desde mi ventana nuevo soy capaz de ver la calle Alcalá en su glorioso primer tramo, antes de que el norte la confunda y ensucie. En esa zona donde la calle Sevilla muere y se une a la furiosa marea humana que va hacia allí, hacia allí, siempre en movimiento como el torrente sanguíneo, siempre viva, siempre la vida, vida, vida de esta ciudad a la que amo con toda mi alma.

Zapatos nuevos para un puesto de trabajo nuevo que me apasiona y que me derrota.


Los placeres de la pobreza han vencido a mi burlada revolución
Enrique Bunbury - Los placeres de la pobreza
Cayetano Gea Martín

martes, octubre 18, 2005

A simple thought

I have only in my mind a simple thought:
I hate you, with all my single and childhood lost
I love you, with all my senses, body and mouth
My mouth, which says you that your are in my very soul

I’ve got just in mind a single thought:
I have wasted all this years in doubts
I’ve lost the fury of the summer’s leaves fall down
And all the past moments of bliss and anger

I have a simple thought and hope:
I have been waiting all my life for this moment
The moment where I will leave all the ivory masks
The moment I will have the courage
The courage to say you a single phrase
The moment to say I love you


Dedicado a Blue Star Hilda: porque sigas brillando bajo la estela del tigre. Y para que sólo sean santos los domingos que tú elijas tras la promesa de tus ojos de escorpión…
Cayetano Gea Martín

domingo, octubre 16, 2005

La llegada

El silencio se convierte en el dueño y señor de mis pasos según asciendo. En estos momentos, lo agradezco con toda mi alma, ya que me procura una suerte de manto protector ante el cual cubrir mi llegada. Su significado, además, resulta de lo más revelador: ninguno de los vecinos se encuentra en este instante husmeando por las escaleras. Mejor.

Mientras subo, los hechos ulteriores flotan en mi cabeza. La vergüenza, la humillación que he pasado, es imperdonable. Es antinatural e inhumano. Ningún hombre debería verse en la situación en la que yo me veo, atado de pies y manos por unas leyes absurdas que nadie cumple y menos creen. La remembranza de dichos acontecimientos favorece mi determinación.

Llego hasta la puerta, hasta aquella puerta antaño ansiada y siempre afable, presagio de buenos momentos, de placeres cotidianos, de buena vida. Ahora, la puerta estaba cerrada para mí. Se me niega lo que era mío por derecho natural, por supremacía. No lo consentiré.

Afortunadamente, me hice a tiempo una copia de las dos llaves que abrían aquella puerta. Podría llamar, sí, y reclamar lo mío con la voz de la justicia, pero en este momento prefiero el subterfugio que, aunque sea hábito indecoroso, me dará la ventaja de la sorpresa.

Procurando hacer el menor ruido posible, hago funcionar las llaves y vuelvo a hollar aquel templo mío del que fui expulsado con ignominiosa injusticia. Que se prepare la sacerdotisa que en él mora gracias a mi dinero. Hoy, este dios es un dios colérico…

- Tenía usted razón, capitán. El muy imbécil volvería a intentarlo, a pesar de la orden de alejamiento que pesa sobre él.

- Por desgracia, cabo, los maltratadotes siempre vuelven a completar su obra. Y desafortunadamente, casi siempre lo consiguen.


No es anecdótico el número de mujeres muertas cada año. Pero otras, las desconocidas, llevarán su condena de forma perpetua, “hasta que la muerte nos separe”. Ni el más vil de los asesinos de este país sufre condena tan larga o tan cruel.

Begoña Román Pastor
Cayetano Gea Martín

jueves, octubre 13, 2005

Por un sueño

Por un sueño, por tu sueños, por tus ojos de perlas vírgenes.
Por un intento de comprensión, de eficaz derrota moral.
Por la arena de tu cuello que baja hasta mis dedos tristes.
Por un minuto de cálida cópula ininterrumpida y mortal.
Mi vida, doy mi vida y lo que en ella hay, menos que nada.

Por un sueño, por mi sueño de balanzas rotas y triste alborada.
Por las manos de muerte y desespero que acogotan mi destino.
Por encontrarte, quien quiera que seas, donde sea que vivas y mates.
Porque rompas la cuerda de mis sentimientos y me ahogues en rojo vino.
Y me des tu vida y lo que ella contiene, más que la suma de las partes.

Por un sueño perdido entre islas verdes y paraísos virginales.
Por la sangre marchita por broncos parnasos y encuentros.
Por tenerte aquí y ahora, quien quiera que seas, si acaso lo sabes.
Y enfrentarnos al borde del abismo en un cuerpo a cuerpo fiero.

Por un sueño de niño que sueña con envejecer en otros lugares.
Por este adulto que entregaría su alma por ser niño de nuevo.
Y recuperar la inocencia perdida entre calles mojadas y bares.

Por un sueño, por un anhelo de vida para darte.
No infinita, pero suficiente para mis objetivos terrenales.

Por un sueño te abandonaría para poder soñarte.
Cayetano Gea Martín

martes, octubre 11, 2005

EL DÍA D, Décima Parte

Como ya comenté, el impacto contra un meteorito provocó la desviación en la trayectoria de éste: nuevo destino, Madrid. Me encontraba, pues, total y absolutamente aturdido, pegado al meteorito y con la piel negra y quitinosa como el exoesqueleto de los insectos y viajando a más de doscientos por hora hacia la capital del reino. Las emociones del día, del Día D, se me antojaban ya excesivas para cualquier tipo o grado de comprensión, así que de buena gana me entregué al desmayo involuntario que comenzaba a trepar desde mi estómago hasta mi cabeza.

Cuando desperté, me encontré dentro de un cráter de varios metros de profundidad, rodeado por los restos rojizos del meteorito. Sorprendentemente, me hallaba ileso y desnudo, sin rastro de alas o de piel quitinosa. Parecía como si me acabara de dar un baño.

Lentamente, me alcé del interior del agujero provocado por el asteroide y conseguí alcanzar la superficie trepando por las rocas ennegrecidas. Una vez fuera, no fui capaz de adivinar dónde me encontraba en los primeros instantes de exploración. Las terribles modificaciones infernales que sufría Madrid dificultaban mis labores de orientación: el cielo de color rojo parecía desplomarse contra un suelo cada vez más inestable, los árboles continuaban ardiendo a pesar de no quedar nada en ellos ya por arder, horribles caras desfiguradas de bebés lloraban en las paredes de los edificios, cubiertas, además, por negras y espinosas enredaderas. Draconianos esqueletos, a semejanza de El Pelota, vagaban por las calles buscando víctimas, y se perdían entre la niebla sulfurosa que volvía el aire cada vez más irrespirable. La realidad entera parecía perder fuerza y combarse ante el peso de Lucifer.

Comencé a vagar sin rumbo fijo, buscando algo común entre aquella nube de azufre y humo, hasta que choqué contra un enorme objeto cilíndrico cuyos bordes se confundían en la niebla amarilla. Descubrí, no sin cierto pánico, que se trataba del faro de Moncloa, derribado. Por lo menos, ya sabía en qué zona de Madrid me encontraba.

Hasta mí llegaba el cálido fragor de ruidos de guerra, mezclado con voces, gruñidos y sirenas. Decidí dirigirme hacia allí…

Cayetano Gea Martín

sábado, octubre 08, 2005

No en mi nombre

- Tienes toda la razón, desde luego. Es una vergüenza. No sé dónde vamos a llegar; ésto nos deja a la altura de un experimento contra natura. Es ignominioso. ¡Chaval, haz el favor de poner la música más baja!

- Pues ya ves cómo están las cosas, macho. Este gobierno ateo y maricón que tenemos ha dado un nuevo paso en su escalada de entregar el país a los separatistas cabrones que les dictan los pasos. ¿Vas a ir a la mani de mañana? ¡Hijo, o bajas la música o te inflo!

- Claro que iré. Al fin y al cabo, me debo a mis fieles feligreses como tú y tu familia, amigo mío. Hemos de hacer que les entre en la cabeza a esos dirigentes comunistas que tenemos que la familia sí importa. ¡Para quieto, niño!

- Déjale, yo ya doy por imposible al borde éste. ¡Luisito, coño, deja de molestar al padre! Nada, ni caso, si es que no sé que les enseñan en la escuela, de verdad. Claro, que teniendo como tutora a ese putón verbenero separado… ¡Qué se puede esperar de una furcia que abandonó a su marido!

- Se pierden los valores universales que durante tantos años cultivamos, amigo mío. Los jóvenes varan sin una mano firme que les lleve a buen puerto. Y lo que han hecho… Pretender llamarle matrimonio a la pecaminosa unión entre dos desviados… Y no sólo eso, ¡si no igualarlo con el matrimonio cristiano!

- ¡Y si eso fuera todo, padre! ¡El siguiente paso será que los niños sean criados por maricones y bolleras! ¿Qué se puede esperar de un chaval que crezca en ese ambiente? ¿Se imagina cómo saldría? Joder, se me pone mal cuerpo sólo con pensarlo. ¡Luís, ostia, dejar de dar por el culo! ¡Es que ni los domingos me dejas ya descansar! ¡No seas pesadito y vete por ahí! ¡Ponte la tele un rato y déjanos tranquilos, joder! Plasta de crío… ¿Quiere otra cerveza, padre?

- No debería, no debería… pero la carne es débil.

- Claro que sí, joder. Es la única alegría que nos queda a los hombres de bien y que tenemos que soportar que España vaya quedando poco a poco en manos de los moros y de los maricones. ¡Luisito! ¡Ven para acá!

- Y de que las mujeres, a las que Dios dotó de facultades maravillosas, como el hermoso don de criar a una familia, se dedique ahora a trabajar igual que un hombre, cuando no es la función que les ha dado Dios.

- Se pierden los papeles, ya se lo digo yo. ¿Qué será lo próximo? ¿Que prohíban la religión en los colegios? ¡Luís! ¡Tráele una cerveza al padre! Joder, cuando tiene que venir, no viene. Estará atontado otra vez con el Gran Hermano ese de los cojones.

- Déjalo, estar, tampoco pasa nada. Y hablando de lo de la religión en las escuelas, si quieres te hago un hueco en la concentración que haremos unos cuantos miembros de La Obra delante del Ministerio de Educación el próximo viernes.

- ¿De verdad? Joder, ¿de verdad podría asistir? Le doy mil gracias, padre. ¡Ah, aquí estás, subnormal! ¡Mueve el culo a la cocina y tráele un botellín al padre, vamos!

- Ya sé que tu mayor ilusión es entrar en La Obra y, sinceramente, no se me ocurre a nadie mejor que tú. Eres un cristiano ejemplar, buen padre y amante esposo. Y tus donaciones a mi modesta orden son siempre muy generosas.

- Calle, padre, que no hay dinero mejor invertido. Si no nos ayudamos entre nosotros, ¿qué haríamos? Tenemos que formar un puño de hierro contra tanto ateo, rojo, maricón y moro de mierda. ¡Ah, aquí estás! Hala, vete a paseo. Sal a la calle a que te dé el aire y de paso nos dejas tranquilo un rato.

- Hablando del traidor enemigo musulmán, creo que nuestros chicos salen esta noche de misión por La Castellana.

- ¡Que sea enhorabuena! Espero que no los toquen con las manos, que con lo mal que huelen, ¡se te tiene que quedar el hedor pegado para tres días! Mejor que utilicen otros utensilios para llegar hasta su ennegrecido pellejo, ja, ja, ja. ¿Qué quieres ahora, mongolo? ¿Dinero? ¿Otra vez? Joder, te ha hecho la boca un fraile. Disculpe, padre.

- Tranquilo, hombre, no soy fraile.

- Aún así, perdone. Es que el cabeza de chorlito éste me saca de quicio. ¿Otros cincuenta euros? ¡Toma! ¡No sé en que te lo gastas, de verdad! ¡Venga! ¡Vete a la calle y déjame en paz de una vez!

- Pues así están las cosas, amigo mío. Espero que lo de mañana sirva para que la sociedad nos oiga y se dé cuenta de que la única manera de criar a nuestros hijos es con un padre y una madre.

- ¡Eso, coño! ¡Y católicos, como la gente de bien!

- Y católicos, por supuesto.

- Amén a eso, padre.

- Amén.
Cayetano Gea Martín