domingo, octubre 31, 2004

Bajo la Tormenta

En la colina me espera
En la colina me espera
Y volveré
Volveré o me llevarán ya muerto
A refundirme en la tierra

Manuel Vázquez Montalbán



La luna iluminaba tu rostro de color avellana, dándole aires de fantasmagoría, de espectro lunar, de japonesa malvada de película de terror.

Hermoso claro que me permitía contemplar las estrellas y tu cuerpo desnudo. Hermoso claro, pero breve. Pronto, las nubes de tormenta tapan los astros, y la oscuridad vuelve a cubrirnos, a abrazarnos.

Nosotros venimos del suelo, polvo al polvo, y él volveremos después de este breve interludio entre sombras llamado vida. Por eso me asusta la oscuridad, a pesar de notar tu cuerpo contra el mío, a pesar de sentir tu calor, tu humedad, tu alma y tu vida, tu hermosa y fugaz vida estrechada contra la mía, luchando con nuestro amor contra esta entropía generalizada, contra este mundo triste que se retuerce, envejece y muere.

Las mareas cambiaron.
De la luz del día a la noche tormentosa y eterna.
El fin llega y no podemos evitarlo, a pesar de nuestro enorme amor y dedicación de amor, de nuestro beso eterno entre aguas, nieblas y sombras, de oscuro color azul mar que somos incapaces de abrir, de romper, de vencer. A pesar de ese pequeño claro que nos permitió contemplar por un lado, nuevos horizontes celestiales y por otro, nuestros propios rostros con tonalidad de selenitas.

Y mientras el mundo agoniza, tus brazos me cubren.
Cayetano Gea Martín

jueves, octubre 28, 2004

CUADERNOS DE ESTILO: Don Francisco de Quevedo Villegas


Venía huyendo de la innoble equidad del conde-duque, por un quítame allá esa execración, cuando mis obligados pasos me condujeron hasta la noble Villa de Zamora, lar de valientes y honrados castellanos, a la par que de mancebos afeminados que gustan de vestir con féminas prendas y de otros menesteres que no ha cuento el narrarlos aquí.

Mientras mi alazán dábame entrada en la populosa plaza central de la urbe, observé a la variopinta fauna que ante mi se hacía patente: buhoneros andrajosos de aviesas intenciones ocultaban la cachiporra entre sus baratijas, innobles mercaderes vendían a sus clientas alcahueteras sus putrefactos productos, los cuales si, por ventura, caían al suelo, lo emporcaban aún más, a pesar del fango de dos pies que ocultaba la calzada de la noble villa.

En uno de los extremos del lodazal contemplé la triste estampa de un juglar con trazas de hidalgo, aunque di por sentado que venido a menos, debido a que peleaba con uñas y dientes, literalmente, contra dos marranos que hozaban gusanos en el barro, mientras recibía atentos palazos en la sien por parte del airado porquero y, por ende, legítimo dueño de los cochinos.

Desistiendo finalmente de mover el bigote, el trovador se sentó y empezó a rasgar y a afinar un palo con cinco cuerdas de hilo tensadas que hacía la función de lira. Era este juglar delgado como la muerte, más osario que humano, de nariz superlativa que parecíale brotar de súbito en medio de la faz, ya de por sí poco agraciada, y no por su visible carestía de dientes, salvo por dos muelas picadas, ni por ser cejijunto cual negro cepillo, sino por faltarle el ojo diestro, quedando en su lugar obscura oquedad que miedo daba verla. Completaba el cuadro unas impetuosas barbas que devorábanle media faz, desde la prominente nariz, que delataba su ascendencia, hasta el sucio cuello.

Aquel espectro comenzó a cantar con una voz singularmente melodiosa ciertos malsonantes ripios de cuya composición desconozco a su olvidable dueño, pero que ya oí en Toledo. Rezaban más o menos así:

Júrote por mis fueros
Que no ha mejor oficio
Que el dedicarse por entero
Al noble arte del fornicio.

En verdad dígote: es el folgar
Más arte que cualesquiera opción
Más que el dormir, más que el yantar
Sólo con el evacuar aguanta comparación

Cuidado con los amores mercenarios
Que las fermosas niñas gitanas
No aman más que a los salarios

Si la noche te encamina a su ventana
Procura no rondarla de a diario
Que con zurrón vacío no hay jarana

Y si acaso marido tiene la desafortunada
Será mejor que no aprecie su cornamenta
Porque te desmontará de una pedrada
Y de otra más a su infiel parienta

Sigue bien estos comedidos consejos de amigo
Para que puedas seguir cantando conmigo:

Júrote por mis fueros
Que no ha mejor oficio
Que el dedicarse por entero
Al noble arte del fornicio.


Aunque el trovador porfiaba, finalizó la canción de súbito y por fuerza mayor, ya que la guardia venía a prenderle por vago y maleante. Aproveché la momentánea coyuntura para dirigirme, no sin gran pesar al ser conocedor de lo que me esperaba, hasta la posada donde me hospedaría hasta el siguiente amanecer.

Me instalé, y sospeché que dicha venta no se podría contar entre las más límpidas, quizá debido a esas paredes y suelos de los que no se distinguía el real color, tan gruesa era la capa de inmundicia que lo cubría todo.

Después de una cena que preferí obviar al ver que ésta se retorcía en el fondo de la herrumbrada cazuela, decidí acostarme en mi duro lecho, cubierto apenas con una mugrienta sábana, que otro más piadoso que yo hubiese podido confundir con la sábana santa por la innumerable cantidad de opacas manchas que satinaban la tela.

Deposité mis anteojos, es decir, los quevedos de Quevedo, en la mesita, temeroso de que ésta se desmoronara por el peso de las lentes, tan carcomida estaba la desdichada. Apagué el candil y cerré mis cansados ojos con la firme decisión de soñar que me hallaba lejos de allí, en Madrid o en Palermo, o en cualquier otro lugar que no fuera éste en el que, por desventura, me encontraba.

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1580. Nace en Madrid Francisco de Quevedo Villegas. Sus padres, Pedro Gómez de Quevedo y María de Santibáñez, ocupan puestos en la corte, siendo el padre secretario particular del príncipe.

1596. Comienza estudios de artes en la Universidad de Alcalá de Henares. Obteniendo el título de licenciado en 1600, año en el que inicia estudios de Teología en la misma universidad. En estas fechas se inicia la amistad con Pedro Téllez Girón, más tarde duque de Osuna.
1606. Quevedo vuelve a su ciudad natal, Madrid, donde recibe órdenes menores y se integra en la vida literaria de la corte.
1613. Viaja a Palermo para ponerse al servicio del duque de Osuna, Virrey de Sicilia entre los años 1610 y 1616.
1621. Muerte de Felipe III y subida al trono de Felipe IV. Proceso contra el duque de Osuna, que salpica a Quevedo. Encarcelado en Uclés durante un breve período.
1626. Acompañando de nuevo a la corte, se desplaza a Aragón a principios de año. Unos meses más tarde, aparecen impresas sin autorización en Zaragoza dos obras suyas: “Política de Dios” y “El Buscón”.
1631. Tras denuncias ante la Inquisición, publica “Juguetes de la niñez”, obra que recoge textos anteriores de burlescos y satíricos, ahora censurados.
1633. La hostilidad hacia el conde-duque de Olivares es ya evidente. Redacta en julio “Execración contra los judíos”, ataque frontal a la política del valido.
1634. En esta época desarrolla una gran actividad literaria: “De los remedios de cualquier fortuna”, “Epicteto”, “Virtud militante”, “Las cuatro fantasmas”, “Visita”, “Anatomía de la cabeza del cardenal Richelieu” o la “Carta a Luis XIII”.
1639. El 7 de diciembre es detenido y conducido al convento de San Marcos de León, donde permanecerá encarcelado hasta junio de 1643. En este tiempo escribe “La Rebelión de Barcelona” y “Providencia de Dios”.
1645. El 8 de septiembre muere en Villanueva de los Infantes, adonde se había desplazado a principios de este año.
Cayetano Gea Martín

lunes, octubre 25, 2004

BELLE

13 de Octubre de 1882
Cada día soporto menos este pueblo de Noruega donde nací, y del que tendré que huir si no quiero morirme de hambre. El siglo XIX agoniza, y Europa muere con él.

4 de Mayo de 1883
Hoy he desembarcado en una ciudad aún más deprimente que mi triste villorrio: Chicago. La gente me mira con asco y odio, como si los emigrantes fuéramos unos apestados. Un chico muy atractivo me ha comentado que es más fácil conseguir trabajo en el campo que en la ciudad, sobre todo para la gente que, como nosotros, dice el chico, no hablamos nada de inglés.

19 de Agosto de 1883
Llevo mes y medio trabajando en la granja de Máx Sorensen, un acaudalado y apuesto terrateniente no exento de cierto encanto. Me dedico a las tareas domésticas, sobre todo a la repostería, ya que siempre me he desenvuelto bien con los postres. Mr. Sorensen es ciertamente goloso, para ser soltero. ¡Ay, querido diario! Creo que me gusta. Pero es un sueño muy grande para esta pobre emigrante noruega.

27 de Enero de 1885
¡Hoy es el día más feliz de mi vida, querido diario! ¡Mr. Sorensen me ha propuesto en matrimonio! Me dijo que el también llevaba tiempo amándome en secreto. Nos casaremos en la primavera, cuando los prados se enrojecen por las flores.

1 de Mayo de 1885
Querido diario: Ayer tuvo lugar mi boda con Máx. ¡Qué día más dichoso! Todo fue perfecto, la comida, los invitados, y mis postres, por supuesto. Pero si el día fue maravilloso, la noche de bodas fue sublime, cuando me entregué a mi esposo sin reservas. ¡Cómo describir con palabras tanto placer y tanta dicha! ¡Cómo contar tantos besos y caricias, tanto cariño con el que Máx me cubrió!

9 de Septiembre de 1885
¡Estoy embarazada! Fue tan grande la manifestación de amor en nuestra noche de bodas que Dios nos ha bendecido con el alumbramiento de una criatura. Estoy muy nerviosa, y me dedico a coser ropa para nuestro hijo todo el día, aún sin saber si será niño o niña.

2 Febrero de 1885
Hoy he dado a luz a mis dos hijos mellizos. Pero la tristeza me embarga, ya que Máx ha muerto, querido diario. Mi amado ha muerto por culpa de unas fiebres que le han tenido postrado durante dos semanas. Oh, mi amor, ¿cómo podré seguir adelante sin ti? Te necesito, mi vida, y no te veo a mi lado, calentando mi lecho.

5 de febrero de 1885
Mis hijos han muerto.

30 de mayo de 1885
Llevo un mes viviendo en Indiana, ya que no podía soportar más los vívidos recuerdos que la granja de Chicago me traía de mis difuntos esposo e hijos. Afortunadamente, mi marido me legó el seguro de vida y todo el dinero de la granja, y con ello podré vivir un tiempo. Aunque, ¿qué más da? No me interesa nada de lo que la vida pueda ofrecerme. Me siento vacía, muerta. Mi corazón se ha ido encogiendo y enfriando en mi pecho hasta casi desaparecer. Quiero morir, pero no tengo el valor necesario para poner fin a esta penosa existencia.

26 de septiembre de 1885
Llevo un tiempo sintiéndome menos desgraciada. Ya que no voy a suicidarme, creo que ha llegado el momento de rehacer mi vida. Mañana he quedado con un señor llamado Peter Gunness, el cual tiene un local vacío que quiero ver, ya que he decidido invertir el dinero de mi buen Máx es un negocio, posiblemente, una pastelería.

3 de diciembre de 1885
Desde hace un mes soy la dueña de “Pastelería-Confitería Belle”. Mr. Gunness ha sido muy amable conmigo, ayudándome a montar el negocio y hablando de mí y de mi negocio entre la gente de Indiana. Gracias a él y a mis dotes reposteras, el negocio va viento en popa. Parece que Dios, después de someterme a tantas duras pruebas, ha decidido concederme una segunda oportunidad.

17 de enero de 1886
Escribo estas notas recluida en un sanatorio mental donde Mr. Gunness me ha traído para que reciba la atención médica necesaria. Sufro daños en mi cabeza malos, muy malos, porque se quemó mi pastelería y me he quedado sin nada. Mi cabeza está mal y cuando miro por la ventana y veo niños jugar se pone peor, al recordar que en unos días hará un año del comienzo del fin de mi vida, mi vida, mi amor, mis hijos, mi negocio. Sólo quiero morir y morir. No, no morir, no. Morir, no, malo, mala muerte. Mejor que pague el culpable, sí, eso sí. Dios, por qué tanto dolor, mal dios. Qué hice yo, Dios asesino y cruel, te odio, te odio y te mataré, sí, algún día, ya lo verás.

3 de julio de 1886
Me he pasado casi medio año en babia, pero ya estoy mejor. No me pienso rendir. Resurgiré de mis cenizas y empezaré de nuevo. Nada se interpondrá en mi camino. Nada. Ni nadie.

14 de septiembre de 1886
Mi vida ha vuelto a dar un cambio sustancial. Al ver que cobrando los seguros de los negocios no conseguía suficiente dinero, he contraído nuevamente nupcias con Peter Gunness. Es un buen hombre, y con eso me basta.

19 de marzo de 1887
De nuevo me golpea la desgracia. Mi esposo Peter ha muerto al resbalarse accidentalmente, propinándose un golpe mortal en la cabeza. Siempre te recordaré, Pete. Al menos, me dejaste tu seguro de vida para que pudiera seguir viviendo. Gracias, Pete.

8 de octubre de 1887
Debido a mi miedo a un nuevo fracaso, no me atrevo a montar otro negocio. Lamentablemente, y aunque la pensión de viudedad de Peter me da para vivir, así como los beneficios que aún me rentan la granja de Chicago, no es dinero suficiente para una joven apuesta como yo; por lo que he decidido poner un anuncio en el periódico. Pero lo haré desde Chicago, ya que he decidido volver a la granja de mi querido Máx y ocuparme de ella otra vez. El anuncio que tengo pensado poner rezará asÍ: “Viuda, rica, atractiva, joven y dueña de una granja busca esposo”.

27 de octubre de 1887
Hoy ha venido a la granja un apuesto caballero en respuesta a mi anuncio. Lo cierto es que resulta bastante atractivo, sobre todo en lo tocante a su inmensa fortuna. Creo que me he vuelto a enamorar. Aunque algo me dice que volveré a enviudar en breve.

16 de septiembre de 1890
Querido diario: Siento mucho la tardanza en escribirte, pero he andado muy ocupada atendiendo los asuntos de la granja. Ha pasado más de tres años desde que puse el anuncio, y éste no ha podido tener mayor éxito: ocho maridos de inmensa fortuna han dormido desde entonces en mi lecho. Desgraciada e incomprensiblemente, los ocho murieron poco tiempo después de desposarme. ¿Cómo es posible que tenga tan mala suerte? ¿Es normal el haber enterrado a diez esposos? ¿Acaso Dios me castiga asesinando a todos los hombres con los que estoy? No creo que eso sea verdad, porque a los ojos de Dios no se oculta nada, ni siquiera mi apasionada relación con Roy Lamphere, un fornido joven que contraté para que me ayudara en las múltiples tareas que conlleva una granja. Ah, mi apuesto amante. Sólo tú, entre todos, tienes el valor y la fuerza suficiente para domarme. Te deseo tanto…

14 de febrero de 1896
Hoy he enterrado a Christopher, mi marido número 14, el duodécimo de los que respondieron a mi anuncio, el cual me veo obligada a renovar con cada triste deceso. Mi querido y difunto Christopher me ha legado otra jugosa pensión, con la que ya he podido emprender las reformas en la granja. Ahora, mi parcela es la más grande de todo Chicago, con más doscientos asalariados, sin incluir a Roy, que me sigue ayudando en ciertas tareas que no creo que pudiera confiar a otro.

29 de noviembre de 1904
Después de dar cristiana sepultura a Thomas, mi marido número 16, he decidido retirar el anuncio, ya que el dinero que cualquier esposo me podría legar sería ínfimo comparado con lo que produce la granja. Además, para lo que me podría valer un marido, ya cuento con la nunca mermante fogosidad de Roy, que aún hoy aviva mi fuego como nadie.

Chicago News – 28 de abril de 1908
INCENDIO Y MASACRE EN LA GRANJA GUNNESS
Anoche se encendió la granja de Belle Gunness, ardiendo la casa principal y los cobertizos de los aledaños. La policía cree que fue provocado por el hombre de cofianza de la Mrs. Gunness, Roy Lamphere, pues lo vieron escapar de la propiedad en le momento del incendio con un recipiente de kerosén.
Al llegar, la policía encontró entre los restos de la casa una cantidad ingente de cadáveres, entre los cuales se encontraban los famosos catorce maridos de Mrs. Gunness y los dos hijos mellizos que tuvo ella con su primer marido, Mr. Gunness, y que supuestamente habían muerto de una enfermedad infecciosa que aflige a algunos los bebés en los días siguientes al parto. Sin embargo, no ha sido hallado el cuerpo de Mrs. Gunness.

Chicago News – 12 de agosto de 1908
EL AMANTE DE LA VIUDA NEGRA, ROY LAMPHERE, CONDENADO
Hoy se ha condenado a Roy Lamphere a 21 años de prisión, acusado de causar el incendio en la granja Gunness. El condenado declaró que él había sido el único hombre al que Mrs. Gunness había amado realmente. Según sus propias palabras, siguió con vida gracias a que no tenía seguro de vida, ya que de lo contrario estaría muerto. También confesó cómo él mismo ayudó a Belle a cometer tremendas atrocidades en las personas de los esposos de Mrs. Gunness y esconder los cuerpos.
La policía encontró cuerpos desmembrados, asesinados con fuertes golpes en la cabeza, y al examinar los estómagos de algunos se encontraron residuos de arsénico. Según el condenado, Mrs. Gunness los envenenaba vertiendo ingentes cantidades de dicho tóxico en las tartas y pasteles que preparaba.

Daily Indiana – 5 de mayo de 1932
LA HERENCIA DE LA VIUDA NEGRA
Hoy, la policía ha detenido a la señora Esther Carlson, acusada de asesinato en primer grado de su marido, Jude Carlson. El caso recuerda a los asesinatos perpetrados en nuestro estado y en el de Chicago por la tristemente conocida Mrs. Gunness hace casi veinticinco años, ya que se sospecha que el móvil de Mrs. Carlson, cobrar la pensión de viudedad de de difunto esposo, es el mismo que el de la Viuda Negra, así como la forma de acabar con la vida del señor Jude, mediante envenenamiento por ingesta de arsénico.

Daily Indiana – 27 de noviembre de 1932
LA VIUDA NEGRA, CONDENADA A CADENA PERPETUA
Hoy se ha dictado sentencia contra Mrs. Gunness, condenándola a cadena perpetua por el asesinato múltiple de más de veinte personas, incluyendo hijos, esposos y pretendientes, durante casi cincuenta años.
La célebre Viuda Negra, que después de la detención de su cómplice y amante, Roy Lamphere, en 1908, se cambió el nombre por Esther Carlson, continuó asesinando a todo aquel hombre que tuviera la desgracia de caer en sus redes matrimoniales.
Sin duda alguna, esta mujer de engañosa apariencia apacible se ha ganado a pulso la terrible reputación de ser la asesina más peligrosa en la historia de Estados Unidos.



Cayetano Gea Martín

martes, octubre 19, 2004

RESEÑAS LITERARIAS: El Guardián entre el Centeno

Bajo este atractivo título nos encontramos con un relato que le pesa el sambenito de haber sido el libro de cama de varios psicópatas en EE.UU., entre ellos el asesino de John Lennon, convirtiendo este libro en maldito y estando prohibida su lectura en muchos colegios estadounidenses. Sin embargo Wynona Ryder y Gabino Diego son fans de la obra de J. D. Salinger y de momento no se han apreciado más instintos asesinos que a Schwartzenegger en sus respectivas películas.

La historia transcurre en Nueva York a principios de los años 50. Holden Caulfield es un muchacho adolescente con graves problemas de estudio a pesar de ser brillante en algunas asignaturas. Desde este origen nos vamos adentrando en el mundo de Holden desde su particular punto de vista. Todo el relato es un continuo discurso de sus inquietudes e impresiones personales sobre la sociedad neoyorquina; todo ello con un lenguaje muy coloquial, casi callejero, que puede molestar al lector.

Conforme avanza en el libro, el lector va pasando de la comprensión a la exasperación hacia el protagonista y otra vez a la comprensión, incluso cariño. Holden no soporta la hipocresía y el pensamiento políticamente correcto que todo el mundo espera del protagonista; aun no sabe cual debe su lugar en el mundo y monta planes de futuro que desmonta inmediatamente después: justo la actitud interna de un adolescente (periodo que todo el mundo pasa) que se refleja en rebeldía contra el mundo para encontrar su propio espacio vital.

Por supuesto, quien espere un libro que perturbe las mentes de los lectores no se encontrará mas decepcionado, es un relato que nos hace recordar, aquellos que lo hemos pasado, un periodo felizmente dejado atrás. Para los potenciales lectores adolescentes es aún más recomendable, porque gracias a él, verán que no están solos en el universo.

En España existen dos editoriales que publican el libro:

Alianza: Edición de bolsillo de unos 7 €.
Edhasa: Edición de pasta dura de aproximadamente 17 €.


J. D. Salinger escribió El guardían entre el centeno entre finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta. Al igual que el protagonista nació en un barrio acomodado de Nueva York, fue un estudiante mediocre y acabo viviendo en una casa de campo aislado del mundo, al igual que uno de los sueños de Holden.

Participó en el desembarco de Normandía y contemplo los campos de exterminio en Alemania, nunca ha hablado sobre su experiencia como soldado. Tras licenciarse comienza a escribir y le llega un éxito tardío con El guardián entre el centeno, después escribió Franny y Zooey y Levantad, carpinteros, la viga del tejado entre otros más; proporcionandole cierto exito. A pesar de ello, Salinger, se aleja de la fama; no se deja fotografiar voluntariamente y es bastante reservado y arisco con los periodistas que buscan un articulo del correoso escritor.

Ignacio Hernández

lunes, octubre 18, 2004

CUADERNOS DE ESTILO: Julio Cortázar

Dedicado a Pedro


Instrucciones para tirar un huevo frito por el balcón de un entresuelo

Coja el huevo mientras mira el barómetro con la efigie del Che al revés, no vaya a ser que se escape mientras le rasca el occipucio el Profesor Delgado de la Cuadra. Si se los rasca a sí mismo, no se preocupe en demasía.

Acérquese a la volantana con la precaución de hacerlo decúbito derecho para evitar el derrame meninginal de la Berliner Enciclopedia por el rodapiés eterno de su entresueleado saloncito con forma vaginal, como todo en la vida.

Al estirar los ojos para verter el ovocondumio avenida arriba, pregúntele al paramenomidio de su derecha si resonea una trufada celestial.

Mientras se pendieliza el feto gallináceo por el espacio abierto, láitase un cilindro tabaquero pensando en la vagina de la co-amante de Poe, en esa clitoreana universalidad con olor a jazz.

Cuando el óvulo ovoide estralle contra el coricáceo asfalto, jure por los múltiples brazos de Shiva no volver a ingerir huevos escalfados, a no ser que se los sirva la sombra de Einstein.


Julio Cortázar - Relatos de mutiosalatos y cuasianimoides

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En 1914 nace Julio Florencio Cortázar, hijo de Julio Cortázar y María Herminia Descotte, en Bruselas. Cuatro años más tarde, la familia regresa a Argentina. Con sólo nueve años, empezó a escribir poemas.

En 1946 publica su primer gran cuento: Casa Tomada, en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges.

En 1948 obtiene el título de traductor de inglés y francés, tras cursar en nueve meses estudios que duraban tres años. El esfuerzo le provoca síntomas neuróticos, uno de los cuales, la búsqueda de cucarachas en la comida, desaparece con la escritura de un cuento, Circe, que junto con Casa Tomada y Bestiario será incluido más adelante en Bestiario.

En 1963 publica Rayuela, vendiendo 5.000 ejemplares en el primer año.

En 1981 el gobierno de François Miterrand le otorga la nacionalidad francesa. Por motivos de salud tiene que ser internado, diagnosticándole leucemia. En el año siguiente muere su esposa, Carol Dunlop.


En 1984, el 12 de febrero Julio Cortázar muere de leucemia y es enterrado en el cementerio de Montparnasse, en la tumba donde yacía Carol Dunlop.


"Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra "madre" era la palabra "madre" y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mi un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba.”"



Cayetano Gea


jueves, octubre 14, 2004

Desde aquí

La terrible batalla entre Han Solo y Skeletor estaba a punto de concluir. Había decidido que el ganador sería el musculado muñeco de Mattel, como siempre. Algo en esa descolorida cara de plástico me incitaba a otorgarle otra vez el título de campeón supremo del universo, pese al indiscutible y macarril encanto del bueno de Han.

El público aplaudió a rabiar cuando Skeletor, con su poderoso giro de cintura, derribó a su oponente y puso fin, así, al duro combate final de aquella tarde. El público me ordenó que me acercara a él y me estampó un sonoro beso extremeño en mi carita de ocho años.

El público, a pesar de mi, entonces, limitada estatura, me llegaba no mucho más arriba de lo que se podría imaginar a priori, ya que le faltaba una pierna y casi siempre se encontraba sentado en su silloncito de mimbre, contemplándome desde esos hermosos ojos verdes, que si me asomaba a ellos podía ver su tierra, Cáceres, en la bruma de sus ancianos ojos, de esos hermosos ojos suyos que hace tiempo no veo, ni veré jamás: los ojos de mi abuelo materno.

Aún recuerdo cómo te hacía de rabiar con mis incómodas preguntas de niño, cómo disfrutabas de mi presencia. Quizá yo fuera la única alegría en tu incómoda vejez de pastillas, achaques y síndrome del miembro fantasma. Como niños nos peleábamos por la comida que abuela ponía encima de la mesa del pequeño salón de aquel piso de Vista Alegre, que aún hoy contemplo desde la calle algún que otro nostálgico domingo.

Recuerdo los fines de semana que pasábamos juntos, cuando mis padres iban a comer con abuela y contigo, y luego yo siempre rogaba para quedarme, y tú decía que no, que con tanto niño en tu casa no había quien descansara, aunque con el rabillo del ojo mirabas mi mochila, intentando averiguar si me había traído muñecos, si hoy también te pediría hacer de público o de comentarista, mientras trataba de explicarte la diferencia entre un Ewook y un Wookie.

Recuerdo tus ajadas novelas del oeste. Y cuando hablabas de la guerra, cuando perdiste la pierna a manos de un antiguo vecino tuyo que luchaba en el bando contrario. Siempre te entristecías cuando pensabas en la guerra, y sólo decías que era mala, muy mala, no te ponías a contar interminables batallitas, porque no te gustaba recordar todo aquello, que aún te provocaba dolor, como un mal sueño lejano que cuando vuelve parece que no ha pasado el tiempo, que los sesenta años entre medias no han valido para nada. Entonces yo, cuando te veía así, cabizbajo y distante, cogía la figura de Greedo, y enseñándotelo te decía: “Mira, abuelo, este es feo y flaco como tú”, con lo que tú hacías que te enfadabas mientras yo me tronchaba de risa, y en tus ojos se borraba el dolor y volvía a aparecer con todo su esplendor su acuoso color verde.

Recuerdo aquel día, sobre todo recuerdo aquel día. Y sólo yo sé el nudo que se me forma en la garganta al recordarlo y escribirlo.
La abuela se había ido al Retiro con papá y mamá, que estaba embarazada de casi nueve meses ya, y yo me quedé contigo a pasar la tarde. Después de comer, saqué los muñecos mientras tú te preparabas a cumplir con tu labor de bullente público. Recuerdo que, como media hora después de empezar, tu sonrisa se esfumó y una seria determinación apareció en tu rostro. Me miraste, desde tu inevitable sillón, y me dijiste en un tono de voz que jamás había oído antes: “Tano, hijo, me voy a tumbar un rato, que estoy algo cansado”. Yo dije que vale, que de acuerdo, pero sabía que algo no iba bien, aunque no me atrevía a preguntar por miedo a la respuesta.
Incorporaste todo tu alto cuerpo, cogiste el bastón, su bastón, que desde entonces tengo yo colgado en mi cuarto, y te dirigiste a tu habitación. Estabas apunto de desaparecer por la puerta cuando, dándote la vuelta, mirándome con esos ojos verdes tuyos y poniendo tu mejor sonrisa en los labios me dijiste: “Ah, Tano, hijo. Que te quiero mucho”. “Yo también, abuelo”, medio tartamudee yo. Y te fuiste. Y ya no te volví a ver en este mundo.

Recuerdo a mis padres llegando a las nueve de la noche con abuela, a mi madre preguntando por ti, y yo respondí que estabas durmiendo, y mis padres entraron en tropel al cuarto, y oí un grito y muchos lloros y pánico y el dolor flotando como una marea por encima de nuestras cabezas.

Recuerdo. Te recuerdo. Hoy más que nunca. Recuerdo tus manos, tus gestos. Pienso en mi hermano, que no llegó a conocerte, y cómo le hablo de ti. Cómo sigues vivo desde aquí, desde mí. Conservo tu bastón, tu pitillera. He heredado tu altura, tu andar de pato y tu pelo negro, no así tus ojos verdes. Aún utilizo expresiones tuyas, que acuden a mi boca e inundan mis diálogos con tu inconfundible añeja sabiduría popular. Aún voy por las calles y me parece verte en aquel anciano de cara bondadosa, o te huelo si hay cerca violetas secas y tierra mojada.

Desde aquí te recuerdo, abuelo, querido abuelo. Porque has sido alguien determinante en mi vida y has ayudado a conformarme como soy. Para bien o para mal, en parte, soy obra tuya.
Te recuerdo.
Y te sigo queriendo.


En memoria de mi abuelo, Gonzalo Martín Martín


Cayetano Gea Martín

lunes, octubre 11, 2004

CUADERNOS DE ESTILO: Juan Ramón Jiménez

Ya están aquí, Platero, rompiendo el cristal del atardecer con sus negras pedradas aéreas. Son los vencejos, ¿sabes, Platero? Esta noche dormirán boca abajo en cualquier sucio establo, invertidos cual naranjas pochas. ¿Los ves allí? A mí me dan asco, Platero, porque han roto la diafanidad de la tarde malva, líquida, estupefacta y adormilada. No mataremos a ninguno de esos vencejos, porque somos lánguidos y cursis, pero no los miraremos más, hala. Para que se chinchen, Platero.

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Juan Ramón Jiménez nació el 23 de diciembre de 1881 en Moguer, Huelva. En 1896 se traslada a Sevilla para hacerse pintor y estudiar en la Universidad la carrera de Derecho.

Su vida fue una desgracia constante: la prematura muerte de su padre, el tumor cerebral de su mujer, etc. Todo esto convirtió a Juan Ramón en una persona débil que estaba la mitad del tiempo recluida en sanatorios mentales.

En 1956, se le otorga a Juan Ramón Jiménez el Nobel de Literatura. Tres días después, muere su esposa Zenobia y Ramón se recluye en su casa, en la más absoluta oscuridad, para morir el 29 de mayo de 1958.

“…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando,
y se quedará mi huerto con su verde árbol
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las esquilas del campanario.
Se morirán los que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año…”

Su obra es netamente poética, por lo que es difícil recomendar determinado libro o edición. En general, existen varios tomos de antologías poéticas suyas, donde no deben faltar sus Elegías, Olvidanzas, los Poemas Mágicos y Dolientes, Con el Carbón del Sol, etc. En prosa poética destaca, por supuesto, su más afamada obra, Platero y Yo.
Cayetano Gea Martín

viernes, octubre 08, 2004

CUADERNOS DE ESTILO: Gabriel García Márquez

¡Saludos!

Hoy voy a tener el honor de inaugurar otra sección en esta página: Los Cuadernos de Estilo. ¿En qué consisten?, os preguntaréis, o no...

Consisten en pequeños relatos que, a modo de respetuosa parodia, copian el estilo de determinados escritores que admiramos. Por lo tanto, no habrá maldad ninguna hacia ellos, sino un homenaje a la personalidad que saben imprimirle a su forma de escribir.

También, al final, incluiremos una breve sinopsis sobre el autor y su obra.

... Y por supuesto, os conmino a todos y a todas a colaborar, a ver si así lo conseguimos...


Y así, comienzo hoy yo, abriendo esta sección, con una parodia/homenaje del tito Gabo...
¡Que lo disfrutéis!

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¿Dónde se encuentra el general? Le preguntó el teniente al guachabo del alférez que con la camisa abierta mostraba el escuálido pecho mientras bebía pisco y sodomizaba a una vieja negra de la que se decía podía hablar con las chinches en italiano esperanto. El general se encuentra en el hall trasero de la mansión, señor. Hacia allá se dirigió el teniente José Buendía Arcadio Aureliano, recordando la chocuna tarde en que su padre le llevó a conocer el hielo a la choza del mago gitano Melquíades. El general reposaba la comida en la hamaca, mientras mecía en sus velludos brazos, como si de un niño se tratara, su testículo violáceo, tumoroso e hinchado, en aquel patio salpicado de gallinazos caníbales. Mi general. ¡Carajo, José, que susto me habés dado! Dejáme reposar más la tortilla de papaya, pendejo. No hay tiempo, general, el insurrecto Gregorio ha tomado la colina de Macondo esta mismita mañana. Bueno, coño, valiente hideputa está hecho. Tráeme un poco de Juanito Caminante mientras pienso que hacer con el rojo maricón de Gregorio, comentó el general mientras se atusaba el bigotito fascista con la cera de su oído ¡La puta! ¡Ya sé! Que alguien vaya a buscar a la dulce Angelines, su hijita, y que se la eche a los muchachones. Cuando tenga ya el orto y la concha enparaguados de tanto coger, que la descerrajen la cabeza de una salva y que me la estofen para comer, teniente. Hay que ver lo brutísimo que es usted, mi general. Que querés, hijo. Cuando uno llega a mi edad y se empieza a notar los órganos se vuelve un hijo de la gran puta. Pero creo que no podrá hacerse, mi general. ¡No me jodás, teniente! Es que me comunicaron esta mañana que Angelines salió levitando por la ventana de su lívin, a causa de que la dejó el pendejo mamón de su novio, ése que era perseguido por una nube de mariposas amarillas. ¡Ah, sí! Valiente mahometano. Nunca se fíe de un peruano maricón, Aureliano. No, mi general. Bueno, pues entonces, id a buscar a su hijo Manolito, el que juega a póker descubierto como el mismísimo diablo, y cagarle a patadas las bolivianas hasta que cante como una soprano porteña. Sí, general. E idos ya al cuerno con tanta macana, teniente, y dejáme dormir, la puta, que luego no está uno descansado para gobernar este puto villorrio de la gran mierda.

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Gabriel García Márquez nació en Aracataca (Colombia) el 6 de marzo de 1927. Su infancia la pasó en una mansión enorme, con su abuela, la cual le aterraba con relatos de fantasmas, avivando la emergente imaginación del niño.

Su faceta de periodista lo llevará hasta Roma y París, donde fue sembrando su intelecto y empezando a soñar con un pueblecito llamado Macondo...

En 1982 fue consagrado con el Premio Novel de literatura.

De sus libros destaca, por encima de todo, Cien Años de Soledad, considerada como la mejor novela colombiana del siglo XX, y que lo propulsó al más rotundo éxito.

También destacan Crónica de una Muerte Anunciada, El Amor en los Tiempos del Cólera, Historia de un Náufrago, El General no tiene quien le Escriba y sus antologías de relatos breves.

jueves, octubre 07, 2004

Reseñas Literarias: FAHRENHEIT 451

Nos encontramos en un mundo dominado por la televisión. En un entorno donde aparentemente están ausentes los problemas socioeconómicos; no es necesario establecer relaciones sociales, las parejas sentimentales se basan en la superficialidad y nuestra satisfacción moral pasa por la velocidad en nuestros vehículos y por la compra de felicidad enlatada en forma de pantallas gigantescas que substituyen nuestros tabiques. La gente, al salir de su trabajo, se dirige con premura a sus casas y se pasa horas enteras delante de televisores de alta definición que para su compra ha sido necesario consumir gran parte del sueldo, pero todo es poco para ver la realidad idealizada, no dañina, pura y políticamente correcta. ¿Les suena el argumento?

Ray Bradbury publico en 1953 una novela donde se critica, enmascarada en una aventura de ciencia-ficción, la sociedad americana de la guerra fría bajo el miedo constante de la hecatombe nuclear. En estos años, la maquina propagandística machacaba a ciudadanos de medio mundo, cada bando intentaba convencer que su vida era la más cercana al Edén. Pero existe un problema: si te alejas del camino marcado para alcanzar el sueño por decreto ley, el ciudadano es egoísta y desequilibrado, y es convenientemente apartado de las buenas gentes.

¿Por qué hay que caer al purgatorio por leer unos cuantos libros? Este es el marco social de Guy Montag, el protagonista de Fahrenheit 451. El protagonista es un bombero cuya profesión se ha adaptado a los nuevos tiempos; las casas son ignífugas y los libros son un peligro, la misión de los bomberos es deshacerse de ellos incendiándolos para evitar que los ciudadanos se alejen del correcto camino. Y todo va bien en la vida de Montag hasta que conoce a una joven que le hace abrir los ojos. De aquí en adelante, la vida del bombero da un vuelco y los acontecimientos se precipitan de manera que provoca su caída a los infiernos, o su redención.

Fahrenheit 451 fue adaptado al cine por Francois Truffaut en 1966.

Hay muchas editoriales que actualmente publican la obra de Bradbury:
Minotauro: Edición de bolsillo de unos 9 € aproximadamente y otra de pasta dura de unos 13 €.
Debolsillo: Edición de pasta blanda de unos 7 €.
Gallimard: Edición económica por 5 €.
Proa: Para los lectores catalano-parlantes existe de esta editorial una edicción por unos 9 €.

En el Illinois (Estados Unidos) de 1920 nació uno de los mejores escritores de Ciencia-Ficción. Ray Bradbury fue testigo de la Gran Depresión durante los años treinta, hecho que le impidió asistir a la universidad. A pesar de ello salió adelante, educándose de manera autodidacta, y a principios de los años cuarenta empieza a publicar sus primeros cuentos. “Crónicas Marcianas” en 1950 es su primera novela de Ciencia-Ficción que le da gran reconocimiento, además se destacan “El Hombre Ilustrado” y “Fahrenheit 451”. Aparte de estas novelas, el prolífico escritor ha firmado guiones de cine, obras de teatro y aun publica cuentos a pesar de superar los ochenta años.



Ignacio Hernández